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Cultura Historia y Arte. Por José Narosky

Pablo Casals, el hombre que dio una lección de dignidad al mundo

"Quien tiene ideas es fuerte. Pero quien tiene ideales, es invencible".

En agosto de 1973, el público, reunido en Tel Aviv, capital de  Israel, presenciaba un espectáculo que parecía mágico.

Un anciano de 96 años empuñaba magistralmente el violoncello, con un virtuosismo tal que no parecía terrenal.

Sería su última actuación en público. Dos meses después, en octubre de  ese mismo año 1973, fallecía en Puerto Rico, el violoncelista Pablo Casals.

Si bien el prestigio del eximio concertista ocultó parcialmente, la figura del "hombre" Casals, el mundo supo de su dignidad y de su hombría de bien. Porque  todavía por encima de su arte magistral, estuvieron sus principios.

Casals nació en un pueblito de Cataluña, España. Fue en un comienzo violinista y los cafés de Barcelona  sus primeros escenarios.

Teniendo solo 16 años, dio un concierto de violoncello en Madrid, mostrando el talento que lo convertiría en el indiscutido maestro de ese instrumento.

Un concierto en París a los 23 años, lo consagró ya para siempre.

-"Pongo mi alma en la música", declaró al cumplir 90 años.

Contaba ya 80 años cuando se casó por tercera vez con una hermosa alumna de 21 años, que lo acompañaría hasta su muerte.  Nació un 29 de diciembre de 1876.

Había jurado al irse de España, su patria, en 1939 no volver a su país natal mientras Franco gobernara.

Cumplió su promesa. Y la dignidad suele pagarse cara. Pero el digno no acepta rebaja.

Casals estuvo tocando también en Buenos Aires dos veces. En 1937 y en 1964, teniendo ya 88 años. El público porteño lo ovacionó entusiastamente la noche de su presentación en el Colón, saludando en él a uno de los músicos más eminentes de su época.

Fue no sólo el más grande violoncelista del siglo XX.

Quizá haya sido el más perfecto que haya existido desde que se creó ese instrumento.Pero fue además un patriota Catalán, que por encima del concepto que merezcan sus convicciones políticas, supo ganarse el calificativo de patriota e idealista.

Su vida constituyó un ejemplo de conducta en la lucha por sus ideales. Y una anécdota simple, pero honda, que lo pinta de cuerpo entero.

En marzo de 1925, en la plenitud de su fama, el músico debía actuar en Pretoria la Capital de Sudáfrica. Allí, en esa ciudad que visité hace unos años, me lo relataron. Almorzando Casals en el hotel  ya el día de su recital, el mozo de piel oscura que lo servía, al expresarle su admiración al maestro, le manifestó que estudiaba hacía ya muchos años ese instrumento, por influencia precisamente de Casals.

-"Maestro: ¿Le molestaría escucharme tocar, solamente diez minutos?. Le preguntó el mozo.

 -¡Cómo no!, venga Ud. a mi habitación y lo escucharé con gusto. Casals se sorprendió gratamente al ver al mozo empuñanado el violoncello.

-"Venga esta noche a mi concierto. Lo invito".

-"No podré ir -le dijo el mozo- porque como soy negro tengo prohibido asistir al Teatro Municipal".

-"¡Ud. está invitado por mí!. Tome estas entradas. Yo lo voy a hacer entrar, y si no le permiten asistir, no daré el concierto." Y llegó la hora. Un público entusiasta llenaba totalmente la sala. Al mozo de color le fue impedida la enterada, por supuesto. Casals, informado por su representante de esta circunstancia,  expresó: -"Si no le permiten entrar a un invitado mío, no tocaré. Entonces, el empresario le dijo ásperamente ya ofuscado:

-¡El teatro está completo; incluso están presentes las autoridades del país. Además, tiene Ud. un contrato firmado Sr. Casals y salvo razones de salud, y no este el caso, deberá pagar 50 mil dólares sino actúa hoy¡.

Respondió el músico: "-Pues pagaré la indemnización, pero no tocaré en ningún país que juzgue al hombre por su color, raza o religión. Y se retiró del teatro".

Y un 39 de marzo, Pablo Casal doctorado en dignidad, pago la indemnización y se fue del país.

Sólo agregaría que su comprensión  y su valía espiritual, trajeron a mi mente este aforismo.

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