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Cultura

Milenio pasado de Yael Rosenfeld

El mundo creativo de Yael Rosenfeld se expande en la escritura, pero huellas de sus otras profesiones —el diseño y la arquitectura— subyacen en la perfecta construcción de sus relatos.

Cada 6 de enero, Marina vuelve a la playa a buscar al chico que conoció cuando tenía quince años. El primer día de clases, María se cruza con su amor secreto de la adolescencia en la puerta del colegio de sus hijos: él no la reconoce. Andrés vuelve al país del que tuvo que salir huyendo para investigar en su pasado. Federico e Irene se reúnen cada año a celebrar una relación tan fugaz como extendida en el tiempo. Todos los personajes de Milenio pasado tienen deudas pendientes con sus historias, iniciadas cuando los años empezaban con “mil” y entretejen sus caminos para seguir adelante.

El mundo creativo de Yael Rosenfeld se expande en la escritura, pero huellas de sus otras profesiones —el diseño y la arquitectura— subyacen en la perfecta construcción de sus relatos. Un universo de acontecimientos y personajes animados por la pasión, narrados con una escritura tersa, plena de precisión y sutileza, dota a sus criaturas de solidez colectiva.

Los años pueden medirse en horas, minutos y segundos pero también en cuentos. Sabedora de que el tiempo siempre cuenta, Yael narra los hitos que marcaron doce meses de un año particular en los doce relatos que integran Milenio pasado.

Días y noches surcados por búsquedas, angustias, soledades y reencuentros constituyen los polos emotivos del singular paseo por la memoria que propone su obra.

Poemas, canciones, citas, alusiones a series y películas, la política, la Guerra de Malvinas, los Reyes Magos y Navidad, entre muchas otras marcas temáticas, recorren un almanaque donde cada fecha propone un itinerario lleno de sorpresas para quien lee.

Adentrarse en Milenio pasado es a veces como nadar en un río de aguas mansas, otras como dejarse llevar por el vértigo de su caudal expresivo.

Un libro cuya fuerza narrativa depara momentos de tan grata lectura, que logra diluir la noción del tiempo y nos recuerda aquel admirable axioma de Elías Canetti, “Presta atención al latido del corazón de los otros. Están tan lejos…”.

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