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Opinión

Deán Gregorio Funes

Gregorio Funes murió el 10 de enero de 1829. Se lo recuerda más por su protagonismo político que eclesiástico, especialmente por el papel que jugó durante los azarosos meses que siguieron a la revolución de Mayo, cuando rivalizó con Mariano Moreno.
Estéban Dómina

Por Estéban Dómina

En un mismo día, el 25 de mayo de 1810, Gregorio Funes festejó dos acontecimientos: su cumpleaños número 61 y el triunfo de la causa que apoyó. En su Córdoba, había sido deán de la iglesia catedral y rector de la Universidad. Sin embargo, había quedado fuera de carrera por el Obispado, el escalón superior.

No se privaba de incursionar en política; él y su hermano Ambrosio habían liderado la oposición a Sobre Monte en los tiempos en que el marqués gobernó Córdoba. En 1810 adhirió a la movida porteña. Cuando se produjo la caída del virrey Cisneros y se formó la Primera Junta, no sorprendió que el primero en recibir la noticia fuera él.

La novedad llegada de la metrópoli dividió las aguas: de un lado quedaron las autoridades coloniales, que se mantuvieron fieles a la corona española, y del otro, casi en soledad, el deán Funes. La Junta fue inclemente y mandó a fusilar a Santiago de Liniers y los demás. Una vez puesta en caja, Córdoba debía enviar un diputado a Buenos Aires, y le tocó en suerte representar a los cordobeses.

Apenas pisó Buenos Aires, el diputado Funes entrevió la grieta que existía entre Cornelio Saavedra, el circunspecto presidente de la Junta, y Mariano Moreno, su fogoso secretario. Había entre ellos una pública rivalidad que obligaba al resto a tomar parte por alguno de los dos. Funes no vaciló: se inclinó hacia el bando de Saavedra y arrastró con él a la mayoría de los diputados del interior. Esta situación exasperó a Moreno: la movida lo debilitaba y fortalecía a su rival. El secretario finalmente perdió la partida y su suerte quedó echada. “Moreno se embarcó para Londres, muy detestado de este pueblo por sus crueldades”, escribió, con mal disimulada complacencia, a su hermano Ambrosio, que residía en Córdoba. A partir de ese momento, fue ganando espacios merced a sus reconocidos méritos intelectuales y su ubicuidad política; y en poco tiempo se convirtió en uno de los referentes de esa primera hora.

Entretanto, Saavedra consolidaba su poder; la junta ampliada estaba dominada por sus aliados. Los partidarios de Moreno, por su parte, se reagruparon en la Sociedad Patriótica e intentaron reanimar el morenismo. La respuesta no tardó en llegar: el 5 de abril de 1811, una movilización de gente de los arrabales pobló la Plaza de la Victoria para exigir a las autoridades la inmediata renuncia de los adversarios de Saavedra y el destierro de los amigos de Moreno. Con todo se cumplió.

A partir de ese momento, Funes, en los hechos, pasó a ocupar el espacio dejado vacante por Moreno. Incluso, durante algunos meses, fue el editor de La Gaceta, el órgano oficial de prensa. Sin embargo, muy pronto las cosas cambiarían.

El 20 de junio de 1811 la derrota de Huaqui en el Alto Perú asestó a Saavedra un rudo golpe del que no pudo reponerse. Poco después nació el primer Triunvirato y comenzó el ocaso de la Junta Grande que Funes seguía integrando. Algunos meses más tarde se lo vinculó a una sublevación de los Patricios —el famoso Motín de las Trenzas— y fue a parar a la cárcel. Después se llamó a silencio. Cuando se convocó el congreso de Tucumán, fue elegido diputado por Córdoba, pero declinó el cargo; estaba enfrascado en la redacción de su “Historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán”, convirtiéndose en el primer historiador de su tiempo. Concluido ese trabajo, se incorporó al Congreso, que para entonces ya había declarado la Independencia y sesionaba en Buenos Aires. Pese a su avanzada edad —tenía ya 70 años— se mantenía lúcido y activo. Participó de la redacción de la constitución de 1819 que fue rechazada por las provincias.

Tras la disolución del gobierno central en 1820, siguió residiendo en Buenos Aires. Sin embargo, seguía paso a paso los avatares de la política cordobesa a través del contacto permanente con su hermano Ambrosio. En ese tiempo se relacionó con Simón Bolívar, quien, tras el alejamiento de San Martín, había tomado a su cargo la conclusión de la guerra de la Independencia, y actuó como Agente de Negocios de Colombia. En 1826 fue designado nuevamente diputado al Congreso constituyente y colaboró en la redacción de la constitución de ese año, que corrió igual suerte que la anterior.

No llegó a cumplir los ochenta. Falleció en Buenos Aires, el 10 de enero de 1829. Tiempo después sus restos fueron trasladados a Córdoba y se hallan en el atrio de la catedral cordobesa de la que fue su deán.

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