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Opinión VOCES. POR DANIEL SINOPOLI*

El cuento de que el mundo es simple y educar es fácil

La existencia de bibliotecas y librerías en las instituciones educativas admite que los profesores y los estudiantes leen, así lo define la esencia misma de su rol.
Daniel Sinópoli

Por Daniel Sinópoli

Una de las novedades actuales en educación, aun en nuestro país, es la incipiente inserción de proyectos basados en modelos de realidad alternativa y de carácter virtual en cursos de formación superior. En estos mundos trazados para extender los escenarios de enseñanza y aprendizaje, no solo hay espacios académicos para la tarea formal, sino también áreas de esparcimiento y cafeterías. Y como es costumbre y mandante en todo proyecto educativo, hay librerías.

La existencia de bibliotecas y librerías en las instituciones educativas admite que los profesores y los estudiantes leen, así lo define la esencia misma de su rol. No obstante, en un encuentro reciente, directivos de distintas universidades han coincidido en una realidad oculta o, por lo menos, poco comentada. La de que hace aproximadamente una década y en respuesta a reclamos que los alumnos comenzaron a hacer, vinculados sobre todo con una presunta sobrecarga de lecturas, algunos docentes empezaron a diseñar consignas de examen para cuyo desarrollo es suficiente estudiar con versiones resumidas del contenido, libros y manuales editados especialmente para ello, o mediante resúmenes disponibles en el mercado pirata. También sirven los contenidos resumidos en presentaciones en PowerPoint, que el docente ha volcado allí sin más pretensión que reforzar los mensajes y mejorar la comunicación de los temas.

Como se sabe, los resúmenes y las presentaciones por lo normal se elaboran solo con algunas ideas principales. Desde la teoría general del conocimiento se ve imprescindible abordar los temas mediante las ideas principales, las secundarias que explican esas ideas y eventualmente agregan ejemplos, y otras ideas complementarias que hasta podrían sembrar alguna duda sobre lo expuesto. Por lo tanto, las ideas principales constituyen solo el punto de partida de un desarrollo.

¿Es lo mismo estudiar con resúmenes que con textos desarrollados? Quien efectivamente abusó de las versiones simplificadas del material de estudio, hoy ya es graduado y empieza a afianzarse en el ámbito del trabajo, ¿sabe lo mismo que sus antecesores? ¿O acaso entramos en zona de riesgo en el buen ejercicio profesional? ¿Se manifiesta de igual modo en todas las disciplinas?

Con estas licencias, la educación solo parece querer aliviar la tarea al estudiante, desde la premisa de que no la pase tan mal o sienta que no tiene caso escalar esas cumbres empinadas. En el afán de que los jóvenes sean contenidos y ayudados por sus docentes, los fundamentos esenciales del proceso de aprehensión del conocimiento quedan afuera del foco de las discusiones.

En línea con el fenómeno, algunas declaraciones frecuentes en estos tiempos son “la cantidad de textos es abrumadora” o “las clases son aburridas”. Dispara inmediatamente la cuestión de si es necesario alivianar el peso de la tarea o divertir más en el aula, como si el objetivo general de la docencia fuese la simplificación del conocimiento o la animación, y no enseñar y aprender para formar.

Una clase no puede ser fácil ni divertida, porque eso implica apartar a las personas de lo importante para que se relajen y pasen un momento recreativo o en blanco. Y abaratar el costo de comprender una idea o alcanzar un resultado es moldear una persona con menos consistencia y capacidad para resolver problemas. Una encantadora síntesis de la evolución de la educación que circuló hace unos años representaba con ejemplos el primer salto a lo fácil; la consigna de un ejercicio de matemática en un manual de segundo grado de 1950 decía “Un campesino vende una bolsa de papas a $ 1000. Sus gastos de producción se elevan a 4/5 del precio de la venta. ¿Cuál es su beneficio?” Por su parte, el manual de tercer grado de 1960 decía: “Un campesino vende una bolsa de papas a 1000 pesos. Sus gastos de producción se elevan a 4/5 del precio de la venta, es decir, a 800 pesos. ¿Cuál es su beneficio?” Con un puntual agregado, la segunda consigna daba cuenta de la facilitación de la tarea.

La educación, del mismo modo que la comunicación, debe sí entretener, “tener entretanto”, hacer que la aventura de conocer y saber se sobrelleve más fluidamente, que mejore la predisposición, que la atención se refuerce. Divertir es abrir un camino opcional al individuo para alejarlo o distraerlo del tema en el que, en un momento dado, debería poner mayor atención. Por su parte, entretener (del latín, interim, entre, y tenere, tener), más atinada al trabajo en el aula, significa tener asido entretanto o mientras tanto, mantener a alguien atento y ocupado mientras recibe o intercambia información; también remite a la “internidad”, que maravillosamente significa afectar el alma de las personas.

Entretener - tener mientras tanto -, no divertir - sacar del eje o distraer del objeto central de atención -. Esa es la premisa. Y poner problemas para desarrollar la capacidad de resolverlos, no esquivarlos o sustituirlos por fórmulas mágicas que simule el saber e ilusione con una falsa concepción del esfuerzo. Miente quien presenta el mundo como algo simple. Desconoce la complejidad del mundo quien afirma que el camino a su conocimiento es abierto y en bajada, sencillo de transitar.

*Director del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de UADE

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