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Opinión VOCES. POR LIC ALDO GODINO

No actuar, a veces, es la mejor opción

Mirar las cosas de manera más meditada también puede dar resultados.
Aldo Godino

Por Aldo Godino

A

veces, por mucho que nos esforcemos, resulta imposible conseguir lo que queremos. Por fortuna o por desgracia, nuestros resultados no siempre dependen del esfuerzo que invirtamos para conseguirlos. “¡Esfuérzate!, debes darlo todo, no te rindas, piensa que puedes conseguir lo que quieras si das el máximo de tí mismo”. Muchas veces hemos escuchado estas expresiones. Es más, no solo las hemos escuchado sino que también las leemos en las redes sociales y hasta en los libros de “autoayuda”.

Asimismo, en las últimas décadas, el inconsciente social de la población está muy condicionado por la conocida “ley de la atracción”: bastaría con desear mucho un objetivo concreto para que el destino o el devenir nos lo ofrezca.

Este es otro modelo que, junto con la idea de que basta con esforzarse para conquistar un propósito, pueden constituir la base de muchas de nuestras decepciones. Es verdad que para alcanzar ciertas metas hay que invertir recursos.

El logro requiere competencia, dedicación, entusiasmo y hasta algunas gotas de suerte. Pero alcanzar un sueño depende de muchos factores y no todos están bajo nuestro control. En ciertos casos, el hecho de no hacer nada, o de dar un paso atrás, puede alzarse como la estrategia más idónea.

Vivimos en una sociedad articulada alrededor de la idea de la competitividad, que nos hace creer que más lograremos cuanto más hagamos. Debemos demostrar cuánto valemos y lo hacemos hasta el punto en que, en ocasiones, el simple hecho de descansar nos genere una sensación de culpa. Tristemente, esta regla de tres no siempre se cumple. En ocasiones, dar un paso atrás puede conducirnos al logro que deseábamos. Eso se denomina “ley del esfuerzo inverso”.

La cultura del esfuerzo nos ha convertido, casi sin darnos cuenta, en seres frustrados e infelices. Esto lo siente quien se ha pasado muchos años formándose sin lograr un puesto laboral acorde con sus estudios.

Lo siente aquel que, sabiéndose competente en un área y esforzándose al máximo, no alcanza un reconocimiento. Somos una población cansada y, a menudo, desencantada. La ley del esfuerzo inverso nos dice que, en ocasiones, cuanto más nos obsesionemos por lograr algo más nos alejaremos de nosotros mismos.

Así lo explicó Alan Watts: “Si no sabes nadar y te caes al agua intentas mantenerte a flote desesperadamente, lleno de angustia. Cuanto más pelees y más te sacudas más te hundirás. La teoría del esfuerzo inverso consiste, sencillamente, en relajarte, en pensar que si estás tranquilo y llenas los pulmones con aire flotarás y no te ahogarás”. Resulta irónico que nos hayan enseñado el inestimable valor del esfuerzo pero no el valor de aplicar, en ocasiones, una actitud más serena y calmada.

Desacelerar, mirar las cosas de manera más meditada y sin necesidad de invertir grandes enercantidades de gías también puede traer resultados. El paradójico arte de no hacer nada da forma a esa acción sin esfuerzo capaz de acercarnos a una meta. De hecho hay ocasiones en las que damos tanto de nosotros mismos por un propósito que terminamos por perder hasta nuestra salud. Un empleado puede trabajar diez horas por día para obtener un ascenso pero, en lugar de lograr ese objetivo, lo que consigue es terminar con un trastorno de ansiedad o con una depresión. Hay momentos en los cuales aportar todas nuestras capacidades mentales y emocionales a un objetivo nos aleja de él.

No podemos detener el río, no podemos interceptar la marea, muchas veces no podemos frenar lo que es y cuyo gobierno o gestión sobrepasa nuestras capacidades y habilidades. Sin embargo, este esfuerzo inverso no es sinónimo de resignación. Viktor Frankl decía que la felicidad es como una mariposa, ya que más huye cuanto más la persigues. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, la mariposa puede venir y posarse en tu hombro. La ley del esfuerzo inverso emana de esta lúcida e inspiradora visión.

La fuerza no siempre nos trae los resultados esperados. Responder sin esfuerzo a los eventos de la vida nos puede traer buenos resultados. Los atletas pueden alcanzar el máximo rendimiento cuando dejan la mente en calma, liberándola de toda presión, para permitir que el cuerpo actúe por sí mismo. A veces damos lo mejor de nosotros cuando nos dejamos llevar. Pero siempre es necesario saber en qué momento es mejor no actuar.

“Un día, el burro de un campesino cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente duarnte horas mientras el campesino trataba de encontrar algo que pudiera hacer. Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo, que el pozo ya estaba seco y que necesitaba ser tapado de todas formas, que realmente no valía la pena sacar al burro de allí.

Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarlo. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y rebuznó horriblemente. Luego, para sorpresa de todos, después de unas cuantas paladas de tierra, se aquietó.

El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió... el burro, muy tranquilo, solo se sacudía la tierra y daba un paso encima de ella. Muy pronto todo el mundo vio cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando”.

VOCES

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