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Opinión ANALISIS

Tensiones en la ruta del Atlántico Sur

El expresidente ruso, Dmitri Medvédev, reclamó al Reino Unido “a largarse de las islas Malvinas” y felicitó a La Argentina por el Mundial
 Gabriel Camilli

Por Gabriel Camilli

La Argentina es la tercera nación más activa en la Antártida si se tiene en cuenta el número de estaciones de investigación -no menos de dieciséis. Por razones geográficas, naturalmente, también se dedica a influir en las geografías de poder en el Atlántico Sur. Se trata de dos factores que podrían convertir a la Argentina en un jugador clave en el gran juego antártico en el futuro.

Dado que quien controla el Atlántico Sur se proyecta sobre la Antártida, por éste, además de otros motivos, el Reino Unido seguirá usurpando, celosamente, las Malvinas.

En este sentido, debe recordarse, a 40 años de la Gesta, que la Guerra de Malvinas intentó poner orden en este conflicto para que se cumplieran los mandatos de negociación que la ONU impone a las partes y que el Reino Unido no acata sistemáticamente. Siempre decimos que la Guerra por Las Malvinas será recordada y relacionada en la historia como la primera guerra por la posesión de la Antártida.

En el candelero

Recientemente el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y expresidente ruso, Dmitri Medvédev, reclamó al Reino Unido “a largarse de las islas Malvinas”, al tiempo que felicitó a La Argentina por la victoria en el Mundial de Fútbol. “Lo mejor es que los británicos se larguen finalmente de las islas Malvinas y las devuelvan a los argentinos. No son del Reino Unido, sino de Argentina”.

“Y felicito a la selección de Argentina por la merecida victoria en fútbol. Manténganse así en política exterior”, escribió en su cuenta de Telegram.

El exmandatario ruso, increpó a Londres tras las recientes declaraciones del primer ministro británico, Rishi Sunak, quien afirmó que no puede haber negociaciones de paz en Ucrania hasta que Rusia “se haya retirado de los territorios conquistados”.

“Todos los políticos británicos son tremendos hipócritas. Ahora el joven primer ministro de apellido anteriormente poco habitual para Londres soltó: mientras Rusia no retire sus tropas del territorio de Ucrania, no hay diálogo posible. Y eso que, en todos lados, de modo oportuno o no, los anglosajones cacarean que los propios ucranianos deben decidir si dialogan con nosotros o no”, señaló.

Coincidentemente con estas declaraciones, en plena guerra en Ucrania y en el discurso de bienvenida del Ministro de Defensa de Rusia en la inauguración de la 10ª Conferencia de Moscú sobre Seguridad Internacional el pasado agosto, el Ministro de Defensa de la Federación Rusa, General del Ejército Sergei Shoigu, se dirigió a los participantes del evento, ante ministros de defensa, funcionarios civiles y militares que representaban al 60 % de la población mundial. Participaron representaciones de China, India, Bielorusia, Pakistán, Kasakstán, Laos, Viet-Nam, Malasia, Mongolia, Tailandia, Siria, Guinea, Argelia, Palestina, Malí, Sudán, Mauritania, Etiopía, Burundi, Venezuela, Nicaragua, entre otras.

En ese marco Shoigu, refiriéndose a las políticas usadas por occidente, dijo: “El objetivo de esta política es involucrar a la región en una confrontación con Rusia y la República Popular China, destruir los lazos tradicionales y bloquear nuevas formas de cooperación en las esferas militar y técnico-militar. Se lanzan campañas de información anti-rusas en América Latina, ocultando la verdad sobre las causas y rumbo de la operación militar especial en Ucrania. Se pueden trazar analogías con las acciones británicas durante el conflicto en las Islas Malvinas. Lo que está sucediendo hoy en los medios occidentales con la cobertura de la operación militar especial rusa también estaba sucediendo cuando los medios transmitían a coro un solo punto de vista: el de Londres. Surge la pregunta: ¿esas políticas son de interés fundamental para los países de la región? La respuesta es clara: no”.

El gran juego de la Ant{artida

El hambre de hegemonía de las grandes potencias no conoce límites. Codician el dominio sobre cualquier tierra que contemplan o sobre la que caminan. Está en su ADN. Un determinismo genético que solo se puede inhibir, pero no extinguir. Siempre ha sido así. Y siempre será.

Las grandes potencias y su diplomacia hablan el idioma de las cañoneras y de los comerciantes. Entre ellos está el gran juego, el torneo de las sombras, dondequiera que se encuentren abundantes recursos. Por lo tanto, cada época, aunque de manera diferente, ha sido testigo de competencias hegemónicas, razas coloniales y guerras de conquista en los llamados por el mundo opulento, “los pulmones del planeta” -América Latina y Africa Central- y en su corazón -Asia Central-.

Diferentes excusas y circunstancias, como por ejemplo el cambio climático y el progreso tecnológico, han llevado paulatinamente a las grandes potencias a luchar por y en los confines del planeta: los dos polos.

Evidentemente, cuanto más se sabe o se conoce sobre la carrera por el Artico, menos se escribe sobre el gran juego en la Antártida. Con números y hechos en la mano, lo que está sucediendo en el continente helado es cualquier cosa menos irrelevante e insignificante.

Todos locos por la Antártida

“La primera aproximación argentina a la Antártida, registrada y documentada, sucedió en 1815, cuando el almirante Guillermo Brown, a bordo de la fragata Hércules, junto al bergantín Santísima Trinidad, en su viaje de corso hacia el Pacífico, fue arrastrado por un temporal en el pasaje de Hoces (Drake) hasta los 65º sur, donde observó un resplandor y percibió la proximidad a la tierra, posiblemente las islas Shetland del Sur. Este acontecimiento fue registrado en su libro de bitácoras”, afirma Eugenio Facchin, Capitán de Navío VGM de la Armada Argentina, piloto antártico con más de 14 campañas, historiador y profesor universitario.

Está documentado que, ni España con el San Telmo, ni Inglaterra con el Williams, ni Rusia con el Vostok y el Mirny, o Estados Unidos con el Hercilia fueron los primeros en llegar a la Antártida. Fueron nuestros marinos-cazadores, con el San Juan Nepomuceno y el Espíritu Santo, quienes, al menos desde 1817, surcaron y exploraron las aguas y los territorios antárticos, sigue relatando Eugenio Facchin.

El derecho internacional lo protege el territorio Antártico de las actividades militares y comerciales, sobre la base del Tratado de 1959, pero si algo enseña la historia es que nada es perpetuo. Y, de hecho, la competencia entre grandes potencias está llevando lentamente al continente blanco al centro de atención de viejos y nuevos jugadores.

En el subsuelo antártico se encuentran cantidades indefinidas de recursos naturales de valor estratégico, en particular tierras raras, oro, cobre, uranio, petróleo y gas natural. Extraer este tesoro no es posible debido al Tratado de 1959, que también quiere preservar el frágil ecosistema del continente, pero es probable que las necesidades de la economía global y el descaro de algunos jugadores alteren el statu quo.

Rusia, por ejemplo, está invirtiendo en la cartografía del subsuelo y los fondos marinos, cuya riqueza hace generosas estimaciones para alimentar al público, con el objetivo implícito de abrir el apetito de los influyentes lobbies de los hidrocarburos.

Aparte de los recursos naturales, la Antártida es un imán para potencias de todos los tamaños debido a la situación sui generis que la caracteriza. Porque es, a pesar de las reivindicaciones territoriales de siete estados -solo Australia quisiera para sí el 42% de todo el continente-, una tierra de nadie. Vacío de soberanía en toda regla que lo hace abierto a la disputa y en el que ha entrado con fuerza la República Popular China, que construye su quinta base en la Isla Inexpresable.

Reiteramos: Quien controla el Atlántico Sur se proyecta sobre la Antártida, por lo que el Reino Unido guarda celosamente y seguirá guardando la usurpación sobre las Malvinas.

El recalentamiento del teatro argentino del Atlántico Sur es prueba de que el gran partido de la Antártida no solo se jugará sobre el hielo, sino también en sus alrededores. Por eso es legítimo esperar sobresaltos y un día, tal vez, la reapertura de la cuestión Malvinas.

¿Qué podemos hacer? A 40 años de la Guerra de las Malvinas la Argentina puede tomar medidas que aún están pendientes para provocar un desarrollo inmenso como lo hicieron el Perito Moreno o el General Hernán Pujato (1) y por ley de atracción las Malvinas y la Antártida pasarían a integrarse regionalmente a la expansión económica.

(1) Durante la Guerra de las Malvinas, en 1982, Hernán Pujato, ya un general retirado de 78 años, se presentó al comandante del Ejército ofreciéndose como piloto para estrellarse con un avión cargado de explosivos contra algún buque británico (`Hernán Pujato - conquistador antártico’. La Gazeta).

El autor es Cnl. My. (R). Director de Elevan.

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