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Opinión VOCES

Turismo: aprender a leer la temporada para trazar un mejor futuro

Luego de la primera quincena de enero, podríamos decir que la temporada claramente está muy lejos del fracaso. Aunque, mejor planificada, podría haber derramado más éxitos.
Diego Coll Benegas

Por Diego Coll Benegas

La casi promediando la temporada de verano 2023, podemos sacar las primeras conclusiones, con resultados muy exitosos, tendencias de comportamiento, incertidumbre y también algunos errores de cálculo al momento que fueron planificadas desde el sector.

Claramente se consolida una primera quincena de enero con muy alta ocupación y con flujo asegurado en todos los destinos del país. En algunos casos, como en La Costa, con valores elevadísimos en comparación con años anteriores. Pero, ante una demanda fuerte, se pudieron sostener los precios sin problema y se copó la plaza.

Esto pareciera ser ya una exitosa tendencia, por lo cual, a priori, la primera parte del verano no requeriría de mucho análisis: un público ávido de un producto y dispuesto a pagar por él precios incluso fuera de rango. Tal como sucede con un destino como Punta del Este, donde -desde Navidad en adelante- veranea el segmento de mayor poder adquisitivo. A partir de la segunda quincena de enero, se produce una homogeneización, y rige una dinámica más flexible.

De todas formas, no caben dudas de que más allá de todo, la temporada en La Costa terminará siendo un gran éxito. Pero si analizamos otros destinos, veremos que no se está corriendo con la misma suerte.

El sector no puede darse el lujo de tener solo 15 días de alta ocupación y después “pelearla”, con un 50% de ocupación como pasa en destinos muy importantes del país, para la gama de 4 y 5 estrellas, sobre todo en ciudades capitales. En hotelería de 2 y 3 estrellas, la caída no fue tan complicada, pero igualmente tuvo o que revisar sus precios.

Como pasó en Carlos Paz, un destino que históricamente fue de plena ocupación en el verano. También hay que estar muy atentos en destinos de la Patagonia o el corredor norte del país, con registros de buena ocupación, pero traccionado por un turismo gasolero, que obviamente se refleja en el consumo promedio. Esta alarma nos debe hacer pensar en profundidad.

Seguramente una de las explicaciones de lo que sucede esté en los precios, que no todos pueden o están dispuestos a pagar. Además de ello, hay cambios socioculturales que tal vez el sector no esté interpretando correctamente.

Hay un segmento que, por cuestiones económicas o modificación de hábitos, ya no se toma vacaciones una quincena completa y, en muchos casos, ni siquiera una semana; sino que opta por las escapadas de fines de semana extendidos. Esta es una de las explicaciones por las cuales también el turismo local floreció a lo largo de todo el año, generando una desestacionalización.

Para otros, el mercado local exageró con los precios y la forma de hacérselo saber fue optando por los países vecinos. Así, explotaron las playas de Uruguay y Brasil, algo que parecía poco probable unos meses atrás. Esto no es un dato menor para tener en cuenta a futuro. Incluso la misma costa argentina funciona exitosamente, debido al flujo local que comparó precios con otros destinos nacionales históricamente más accesibles, y optó por el mar.

Estos errores de pricing tienen su lógica ya que la temporada estival se concibió bajo un manto de optimismo, seguramente impulsados por el éxito del verano 2022 y los ecos que fueron cubriendo todo el año. Las expectativas auguraban cifras pre pandemia y, tal vez montados en ellas, algunos sectores imaginaron (y propusieron) valores exorbitantes aún en dólares, esperando una virtual invasión de turistas extranjeros favorecidos por el cambio.

Pero los extranjeros que vienen, son nuestros vecinos del Mercosur, atraídos por oportunidades de disfrutar a bajo costo. No están dispuestos a pagar precios internacionales por vacacionar en Argentina. Y si bien debemos celebrar la llegada de extranjeros (y dólares), aún están lejos de ser una invasión y se mantienen un 45% por debajo de 2019, lo que indica que no se está sustituyendo la merma nacional con turismo extranjero, ni en número ni en poder adquisitivo. Es decir, seguimos dependiendo del mercado interno, un mercado muy golpeado y que necesita en su gran mayoría tomar sus vacaciones, en cuotas, durante todo el año.

Ese optimismo, necesario pero quizás desmesurado, no permitió analizar correctamente el pulso de la demanda, una demanda que -ya sin el incentivo del PreViaje- no puede pagar los valores de veranear en Argentina como lo hizo en 2022. A esto hay que sumarle las dificultades estructurales como la conectividad que no termina de resolverse, la falta de estandarización de la calidad de los servicios y la competencia desleal de alquiler temporario que siempre está vigente, y se agrava cuando la hotelería registrada está desfasada en precio.

Cabe destacar también que, salvo en destinos puntuales, la permanencia en un mismo lugar está siendo cada vez más corta y el formato está mutando al de recorrido de un circuito. Ese público va moviéndose, para lo cual es necesario una estrategia de calidad y estandarización de servicios básicos con un mismo criterio, dentro de ese mismo circuito, para que la experiencia sea positiva.

Son, claro, algunos puntos a tener en cuenta a la hora de analizar una temporada que claramente estará muy lejos del fracaso. Pero que, mejor planificada, podría haber derramado éxitos no sólo a la primera quincena de enero.

Con el PreViaje en funciones, todo parecía más fácil. Pero hoy con otra realidad y sin vacaciones subsidiadas, la demanda cambió y nada mejor que aprender a leer la realidad, entendiendo los desafíos actuales, para trazar mejor los objetivos del futuro.

*Especialista en Management Hotelero y Hospitality Entrepreneur

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