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1591 Cultura + Espectáculos LITERATURA

Tres poesías

El folklorista, escritor y poeta riojano Julio Olivera Chazarreta nos ofrenda parte de su obra.

EL CHICHO Y LA YAYA

Altanero como pocos,

bastaba solo un chistido

para saber quién mandaba

entre zorzales y gorriones.

Gris azulado su lomo

el mismo tono sus alas

blanco marfil por su pecho

y ese copete de fuego

que se encrespaba de golpe

cuando algo no le gustaba.

Adoración de mi madre

que al alba le conversaba

Chicho, Chicho cante mijo

cántele para su yaya.

Y en el acto sus gorjeos

respondían al deseo,

se amaron el uno al otro

sin reserva y con ternura

que daba gusto mirarlos

cada mañana en el patio.

Muchos años más de veinte

afirmaron ese apego

de un pájaro y un humano

el chicho y su madre yaya,

cada uno dueño del otro

ternura, magia y misterio

qué gusto me daba verlos

en las mañanas del patio.

Un día partió su yaya

a volar por esos cielos

y se quedó sin su mimo

rezo de cada mañana:

“Chicho, Chicho cante mijo

cántele para su yaya”.

No pasó mucho mas tiempo

que sus gorjeos callaron

se hizo trizas la mañana

cuando lo tomé en mis manos

y el dolor se me anudaba

más y más en la garganta.

Me queda solo el recuerdo

de ese amor tan entrañable

entre mi madre y el chicho,

un cardenal y un humano.

No hay consuelo

no ha de haberlo

de esta historia irrepetible,

ya lo dije es el recuerdo

que se encargará de verlos

Cada mañana en el patio:

“Chicho, Chicho cante mijo,

Cántele para su yaya”.

(Al recuerdo amado e inolvidable de mi Madre y su cardenal El Chicho)

EN TU VEREDA O LA MíA

Éramos del mismo barrio,

una cuadra y unos metros

separaban tu casa de la mía.

y en esa distancia

había tantas ganas,

tantas cosas juntos

y otras que nos alejaban.

El mismo club, mismos vecinos,

mismas veredas de tierra

donde las bolitas y los trompos

hacían un potrero guadaloso

para que la madre de alguno

nos tirara en el balde un:

“Vayan a molestar en sus casas

changos vagos, vayan a estudiar”.

En realidad, todos estudiábamos,

unos para ingenieros,

para doctores,

para funcionarios,

para empleados,

para curas y poetas.

Sería la vida la que se encargara de que

cada cual llegara a lo suyo,

con lo dicho y con lo puesto,

con el anhelo y el gesto,

el de los buenos modales,

ese de seguir saludándonos

a pesar del tiempo,

por aquellos recuerdos de la infancia, porque

“yo jugué en tu vereda

y vos en la mía”

Tu partiste hacia el renombre,

que tu vocación pedía,

yo encontré canciones y versos

para expresar mis fantasías.

Ya maduros,

como un vino añejo,

nos volvimos a encontrar

al llamado de un amigo

saludo en mano y una sonrisa

mientras,

la memoria correteaba

por tu vereda y la mía…

Y me parece haber visto

en ese apuro de verte

salpicada de agua y tierra

carcañada, omnipotente

la bolita cristalina

que dejamos olvidada

en tu vereda o la mía.

LA MARTA Y EL JOSÉ

(¡A mis padres que nunca se casaron,

pero cuanto amor me dieron!)

Ella una modista ilusionada

Él era un bohemio enamorado,

Ella remendaba sus desvelos

Él volvía de un trago lastimado.

Ella fue enhebrando la sonrisa

Para zurcir lunas hilachadas,

El con un clavel de madrugada

Vuelve con su lágrima apurada.

Asi lo encontró esa mañana

y le dió ternuras esperadas,

Él bebió de a sorbos su cariño

Y le susurró que la esperara.

Se escondió la tarde sonrojada

De verlos nomás sin decir nada

Y brotó una luna enamorada

Mostrando su plata, renovada.

Ella puso el sol, él la mirada

Ella dio su amor, él ya la amaba

Arriesgando todo, cuerpo y alma

Sin decir palabra lo signaban.

Al amor se dieron lindo y bueno

Que se dio en semilla germinada

Fue por la que vine fermentado

Y cuento este poema, alucinado.

POESÍA

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