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Deportes APOSTÓ AL DEPORTE DESDE EL ESTADO

La relación íntima entre el deporte y Menem, el presidente más elogiado por Milei

Entre 1989 y 1999, el riojano a cargo del Ejecutivo jugó para las selecciones de fútbol y de básquet, fue cercano a Maradona e hizo dobles en tenis con Sabatini, pero además desde el Estado aportó becas a deportistas y promovió la organización de Mundiales y Panamericanos. El apoyo a las SAD, un punto en común con el flamante mandatario.

Javier Milei, presidente de Argentina a partir de este domingo, suele identificarse con la política económica que el gobierno de Carlos Menem lideró entre 1989 y 1999. Sin embargo, pese a haber sido arquero de Chacarita y San Lorenzo en las inferiores, el flamante Jefe de Estado no dejó indicios -al menos por ahora- que su inminente administración repita la relación íntima que su admirado antecesor tejió con el deporte.

Menem fue un presidente deportivo por diversas razones, también –o sobre todo- desde lo folclórico. Como ironizó el periodista Carlos Ares en el diario El País de España en diciembre de 1989, apenas cinco meses después de la asunción del riojano, "(Menem) juega al tenis, baloncesto, fútbol y tenis de mesa. Practica boxeo y aprende a jugar al golf. Corre carreras de automóviles, pilota aviones y acompaña al campeón de motonáutica. En los descansos de su actividad deportiva, Menem atiende las razones de Estado".

Pero a la vez, más allá de su actividad en pantalones cortos, Menem también apostó por el deporte desde el Estado: lanzó becas para atletas, relanzó el Cenard, organizó el Mundial de básquet 1990, recibió a los primeros Juegos Panamericanos en Argentina desde 1951 (Mar del Plata 1995), lanzó la candidatura de Buenos Aires para los Juegos Olímpicos 2004 (luego fallida) y promovió el regreso de la Fórmula 1 al país entre 1995 y 1998.

Si Menem nunca ocultó su simpatía por River y Milei dijo haber avanzado y retrocedido en su amor por Boca, en uno de los pocos puntos que parecen estar de acuerdo –a la espera de su gestión- es en su apoyo a las Sociedades Anónimas Deportivas. Así como el riojano recibió a Mauricio Macri a comienzos de los 90 en la Quinta de Olivos para alentarlo en su intención de comprar Deportivo Español –entonces en Primera División- y mudarlo a Mar del Plata, el libertario también apoya ese ideario privatizador de Macri.

Menem asumió como Jefe de Estado el 8 de julio de 1989 y solo dos semanas después, el viernes 21, fue el número 5 de la selección argentina vigente campeona del mundo. Anunciado como un “Gran partido de la solidaridad”, la exhibición en Vélez reunió a una multitud que presenció el abrazo entre el flamante presidente y Diego Maradona, su compañero de equipo. Menem tenía 59 años, buen estado físico y ninguna timidez para pedir la pelota. El rival fue un equipo de figuras del fútbol argentino. Según contaría Pedro Troglio, jugador de la selección, “(Carlos) Bilardo me gritaba que no se la demos a Menem. Él no quería perder contra el resto de los jugadores que no convocaba a la Selección. Nosotros se la dábamos poco, pero la perdía y se venían unas contras...”.

Inspirados por el éxito de esa convocatoria –la foto entre Menem y Maradona dio vuelta al mundo-, la experiencia se repetiría en el básquet poco más de un mes después, el 29 de agosto de 1989. Como apoyo a la candidatura argentina al Mundial de básquet 1990, y a beneficio de la Federación de Capital Federal que entregaría la recaudación a los “más necesitados”, Menem formó parte del combinado nacional que enfrentó al combinado porteño. Si en el recuerdo quedó el contraste de 66 centímetros de diferencia entre los 165 de Menem y los 231 del Gigante Jorge González, en los diarios de la época se publicó la ficha técnica: el riojano aportó 13 puntos -5 de 13 en dobles y 1 de 5 en triples- y 5 asistencias en 33.50 minutos para el triunfo 105-102 de Argentina.

Fanático ininterrumpido de River (de 1986 hay fotos del entonces gobernador riojano en el vestuario del Monumental festejando la primera Libertadores del club), el Menem presidente sin embargo no pudo alentar a River de manera presencial todo lo que le habría gustado. El candidato del Partido Justicialista ganó las elecciones nacionales el domingo 14 de mayo de 1989 y sólo 48 horas después, el martes 16, asistió al Monumental para ver a su equipo de toda la vida: tuvo mala suerte porque presenció una derrota como local 1-0 ante Talleres de Córdoba.

Poco después, el domingo 4 de junio, todavía como presidente electo –sin haber asumido-, volvió a ver otra derrota de River, esta vez 0-2 ante Argentinos Juniors en la cancha de Vélez por la Liguilla 1988/89. Con dos derrotas a cuestas, no se recuerdan más presencias de Menem en el Monumental u otro partido de visitante. Algo parecido le ocurriría con la selección: Menem viajó a Italia para el partido inaugural del Mundial 1990, pero sólo vio la derrota 0-1 ante Camerún, en el Giuseppe Meazza, y luego regresó al país. Tras el subcampeonato, les cedió el balcón de la Casa Rosada a los jugadores.

En Italia 90, justamente, le seguiría otro de sus capítulos con Maradona, una relación de ida y vuelta durante la década menemista. El día previo al partido inaugural del Mundial, Menem visitó la concentración del seleccionado, le entregó al ídolo un pasaporte diplomático y lo nombró asesor y embajador deportivo de Argentina. Sin embargo, esa distinción terminaría de manera abrupta al año siguiente, cuando Maradona –ya suspendido por doping en Italia- fue detenido en la calle Franklin, un episodio extraño que siempre fue interpretado como una traición del menemismo.

En el futuro, sin embargo, la relación se recuperaría: Maradona apoyaría la reelección del riojano en 1995, se sumaría a la campaña oficial “Sol sin Drogas” y recibiría un guiño judicial para revertir o demorar el que sería su tercer doping positivo, ya en 1997 con Boca. En el medio, Menem estaba en Estados Unidos en pleno Mundial 1994 pero desde la selección se le hizo saber al entorno presidencial que los jugadores preferían no recibirlo en la concentración de Boston. El riojano, entonces, no acudió a ninguno de los partidos de la selección en esa Copa del Mundo.

Mientras ejercía la política económica que Milei resaltó en las últimas semanas, Menem nunca detuvo su relación con el deporte. La Quinta de Olivos, decían sus críticos, se convirtió en el Polideportivo de Olivos. Hasta allí, antes del Mundial 90, tuvo que acudir el propio Bilardo para explicarle al presidente por qué no podía convocar a Ramón Díaz a la selección, un pedido insistente del riojano por su comprovinciano. Menem llegó a declarar públicamente: “Bilardo cometería un error imperdonable si no convoca a Ramón Díaz para el Mundial”. El técnico debió contarle, en privado, que Maradona no lo quería.

En esa misma Quinta de Olivos, Menem miraba los partidos de River que le llegaban en directo por satélite, una novedad tecnológica que pronto se trasladaría el resto de los televidentes (el primer partido codificado sería en 1991). La relación umbilical con su club era tal que un día River jugó sin su cuerpo médico completo en el banco de suplentes: un domingo, el presidente sufrió una lesión en el hombro durante su curso de helicopterista y a su auxilio debió acudir el masajista de River. Claro que en Olivos también lo visitaron deportistas ilustres, como Michael Schumacher, el alemán multicampeón de la Fórmula 1.

Menem también acudió al deporte para reiniciar las relaciones con Gran Bretaña, rotas después de la Guerra de Malvinas: dos tests matchs entre Los Pumas e Inglaterra, en el invierno de 1990, marcaron un volver a empezar diplomático. Siguiendo la estela de la primera y segunda presidencia de Juan Domingo Perón, el menemismo también organizó –con diversa suerte- eventos deportivos que en el país sólo se habían hecho en la década del 50: al muy desorganizado Mundial de básquet 1990 le siguieron los Panamericanos de Mar del Plata 1995, con récord de medallas y elogios generales.

El presidente con mayor perfil deportivo de las últimas décadas de Argentina manejó además una Ferrari, condujo junto a Carlos Reutemann, jugó al tenis con Gabriela Sabatini y Guillermo Vilas, practicó golf con Roberto De Vicenzo y Ángel Cabrera, cambió de secretarios de Deportes –algunos héroes del pasado, como Hugo Porta, otros simples conocidos suyos, como Livio Forneris, ex masajista personal-, recuperó entre 1995 y 1998 la Fórmula 1 y jugó al fútbol con San Lorenzo, club presidido por su amigo, Fernando Miele. Una derrota del club de Boedo al partido siguiente, contra Gimnasia de Jujuy en el Nuevo Gasómetro por el Apertura 1999, acrecentó su fama de supuesto portador de mala suerte.

Atrás ya había quedado su bienvenida a Macri en la Quinta de Olivos, en 1993. Hasta entonces empresario, el futuro presidente de Boca y de Argentina le propuso la conversión de los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas a Menem, que aceptó la idea. Macri quería comprar Español y mudarlo a Mar del Plata, aunque luego se chocaría contra el rechazo de los socios “gallegos” –un fracaso que lo llevaría, paradójicamente, a presentarse en 1995 como candidato a presidente de Boca, su posterior plataforma a la política-. Con cuatro años por delante, Milei también está a punto de escribir su política deportiva, seguramente lejana a la de su admirado Menem, pero al menos con un punto en común.

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