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Opinión

Aprender de los errores (y no volver a cometerlos)

Es tiempo de trazar las grandes políticas de Estado, evitar la confrontación permanente y de aprender de los errores cometidos. Para ello, es preciso establecer las prioridades y las etapas para un gobierno que recién tiene tres meses en el Poder Ejecutivo.

A pocos más de tres meses de gobierno, el presidente Milei ha tenido un traspié legislativo cuando en el Senado de la Nación fue rechazado el DNU 70/23, sin que esto signifique que haya perdido vigencia, porque todavía falta su tratamiento en la Cámara de Diputados. Pero por su inexperiencia en las labores gubernamentales –recordemos, una vez más, que no fue ni gobernador ni intendente antes de ser el primer magistrado de la República-, tuvo una derrota evitable en la cámara alta del Congreso de la Nación.

La Constitución Nacional, al establecer la organización del poder político de la República Argentina, menciona primero al Poder Legislativo, y luego al Ejecutivo y al Judicial. No debería ser, por lo tanto, una instancia sometida a la Presidencia, sea quien fuere quien se siente en el Sillón de Rivadavia. Que en la práctica el Congreso haya sido una “escribanía” al servicio del presidente de turno es un hecho lamentable, que habla más de la baja calidad de nuestros representantes y actores políticos, que de un falla de la arquitectura institucional.

El pasado ya no se puede remediar, los errores por apresuramiento y estilo de torbellino ya se han cometido, pero se puede aprender mucho de ello. Como en la vida, pero para no cometerlos nuevamente.

Tanto el DNU 70/23 como la denominada Ley Ómnibus, abarcan una gran cantidad de temas. Si el propósito del gobierno era abrumar con su aluvión, de alguna forma, y mostrar hiper actividad, bien podría haber enviado trescientos proyectos de ley en forma separada durante el período de sesiones extraordinarias. En ambos megaproyectos, además, hay temas urgentes y otros que podían esperar tres, seis, nueve meses o un año para su tratamiento.

El presidente pareciera querer librar todas las batallas que se ha planteado en modo simultáneo, abriendo una gran cantidad de frentes conflictivos al mismo tiempo. Y eso señala que hay una falta de prioridades para afrontar las problemáticas en forma ordenada y sistemática, lo que dispersa su atención. Si a esto le añadimos su ánimo de confrontación –que lo hizo famoso y popular, y que fue su instrumento para llegar a la presidencia en una carrera meteórica-, la multiplicación de escollos no hará más que entorpecerle el camino.

Si Gabriel García Márquez escribió una novela llamada “El coronel no tiene quien le escriba”, un autor contemporáneo bien podría redactar una en clave argentina llamada “El presidente no tiene quien le aconseje”. O sí y no lo sabemos, o hubo quien lo intentó y fue en vano. Es necesario escuchar consejos, sobre todo aquellos que no nos gustan oír ya que nos marcan una posible equivocación.

Como en este navío llamado República Argentina estamos embarcados y no tenemos intención de saltar a los botes, es necesario y urgente que los actores políticos aprendan aceleradamente cómo se administra lo público, cómo funciona el gobierno representativo y republicano, cómo se relaciona el gobierno federal con los gobiernos provinciales, qué actitud tener con los bloques legislativos, qué decir y qué no a la opinión pública, cuándo y cómo usar las redes sociales. La campaña ha terminado, y para la elección de renovación legislativa aún falta un año y medio. Es tiempo de gobierno, de leyes, de códigos, de respeto a la Constitución y de trazar las grandes políticas de Estado.

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