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Opinión LETRAS

Leer para crecer, escribir para aprender

Leer por sí mismos, interpretar e interactuar con los discursos que nos asisten, poder elegir un texto o un autor son señales de ciudadanía.
Nanci Noemí Alario

Por Nanci Noemí Alario

El Día Internacional de la Alfabetización fue declarado así por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco), el día 8 de septiembre de 1965, para despertar la conciencia de la comunidad internacional sobre la importancia de la alfabetización en las personas, comunidades y sociedades. La alfabetización es un derecho humano fundamental y, a la vez, el cimiento del aprendizaje a lo largo de toda la vida, la base para mejorar el bienestar y los medios de subsistencia. Requiere de medidas y esfuerzos permanentes, focalizados y sólidos desarrollados constantes” . (1)

Los Ministerios de Educación, con sus políticas educativas, instituciones escolares y agentes que llevan adelante la función de la enseñanza; tienen un lugar privilegiado de responsabilidad en cuanto a los logros que la ciudadanía alcanza en la alfabetización temprana, inicial y avanzada. No obstante es una obviedad decir que Educar es mucho más amplio y complejo que alfabetizar.

Es en este sentido que intentamos retomar algunos hilos que han tejido la trama identitaria de nuestra historia educativa; ligada desde sus inicios a la enseñanza de la alfabetización. Entendida por ese entonces por el aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo. Argentina se ha destacado en el mundo por sus altos niveles de alfabetismo poblacional coincidiendo con el contexto de declaración de Unesco en 1965 y más allá de los derroteros entre democracias y dictaduras.

Si nos remontamos aún más en la historia de este proceso no podemos dejar de hablar de Domingo Faustino Sarmiento como sujeto y actor político cultural clave en la transformación que vivió nuestro país al calor de las llamadas Generaciones del 37 y del 80; esta última es considerada como heredera de la anterior.

“Sarmiento es, sin lugar a dudas, una personalidad clave para entender el camino que el sistema educativo fue protagonizando desde mediados hasta fines del siglo XIX. Su pensamiento polisémico dejó una impronta de muy larga duración que imprimió, a la vez, las dos caras de una misma moneda, es decir, elementos democratizadores pero también restrictivos para analizar en profundidad la función política de la educación, sus legítimos destinatarios y el modelo societal que se buscaba construir. Mientras ocupó el cargo de director de la Escuela Normal de Santiago de Chile, Sarmiento desarrolló una fuerte crítica a la enseñanza de la lectura y de la escritura a través de silabarios y cartillas. Esta crítica lo condujo a elaborar un nuevo Silabario o método gradual para enseñar a leer en nuestro idioma. Sin embargo, durante su mandato como Presidente de la República (1868 – 1874), asumió la tarea de recurrir a la experiencia de maestras primarias de origen estadounidense que propusieron formas de enseñanza a partir de la palabra entera. Fue entonces que estas maestras con formación normalista llegaron al país”. (2)

Esta marca distintiva que Sarmiento pone al sistema educativo, en incipiente y difícil proceso de constitución, fue parte de su propia alfabetización como apasionado autodidacta y lector voraz. Luego su desempeño como hombre de la cultura y actor político, que expresaba un modelo de país liberal proyectado hacia el modelo agroexportador, le da la posibilidad de calmar esa sed de ciudadanía que veía posible mediante “la escuela común”. Son conocidos “sus viajes” en cuyas crónicas describe la fascinación que le produce “la explosión de la cultura escrita” que observa en Europa y Estados Unidos; atribuyéndole el resultado del desarrollo económico de estas sociedades.

Hombre de espíritu libre e incansable; lleno de convicciones visionarias en el contexto de su época: sabía que “las ideas no se matan” y que la mejor manera de darle cuerpo a las misma era mediante el desarrollo de una ciudadanía basada en la cultura escrita.

La solemnidad con la que se hacían los actos escolares destinados a la celebración del “Día del Maestro”, enclavada en la figura y obra de Domingo F. Sarmiento, ha perdido vigencia gracias a la desnaturalización patriarcal del relato histórico que ha llevado adelante el colectivo docente. El mejor homenaje que podemos hacerle es leerlo en su contexto y con sus contradicciones.

Nuestro sistema educativo estuvo orientado en sus comienzos hacia la escuela pública y la alfabetización en lengua castellana debido a que el país necesitaba uniformar con una lengua común a las mayorías populares e inmigrantes; se necesitaban ciudadanos que respondan a una cultura nacional común.

La ley Nacional de Educación común, laica y gratuita Nº 1.420 garantizó el progresivo desarrollo de buenos niveles de alfabetización en la población. Tal como expresa Juan Otero (2015): “(…) en las primeras décadas del siglo XX, se produjo por entonces, una notable expansión de la educación primaria y la difusión de los principios que inspiraron la Reforma Universitaria de 1918”. (3)

Por esa razón las palabras de Paulo Freire (1968) siempre están vigentes cuando expresa que “la educación es un acto político” y “la alfabetización” es la herramienta de emancipación de la conciencia opresora. Un pueblo con altos índices de alfabetización es autor de su destino porque logra afianzar la concreción de los derechos ciudadanos, políticos y sociales mejorando su calidad de vida.

Ha corrido mucha agua bajo el puente y la pregunta que hoy nos estamos haciendo desde el conjunto de la sociedad es : ¿Por qué un niño o niña termina el ciclo primario, en algunos casos, sin lograr una alfabetización estable?... que es la que permite complejizar exitosamente futuros aprendizajes y avanzar en el sistema educativo.

La historia del proceso alfabetizador en nuestro país es mucho más extensa, esto es un breve recorte y como tal deja afuera otros aspectos pero hacemos un paréntesis entre :

¿Qué significa estar alfabetizado en el siglo XXI?

¿Qué misterios conlleva aprender a leer, comprender, reflexionar, escribir y producir significados?

Esta publicación dedicada al “Día internacional de la Alfabetización” de manera anticipada es una invitación y propuesta a la vez que nos permitirá llegar al mes de septiembre, con una reflexión acción colectiva, que ponga de manifiesto y en valor el trabajo que llevan adelante las escuelas. Pensemos en muestras, talleres, rondas de lecturas, tertulias y producciones escritas que retomen con fuerza el sentido social, cultural y político que tienen los procesos de alfabetización en el contexto particular del cuadragésimo aniversario del regreso de la democracia a nuestro país.

(1) http://educacion.uncuyo.edu.ar/08-de-septiembre-dia-internacional-de-la-alfabetizacion.

(2) Otero, Juan (2015). “Marco Político Pedagógico”. Clase Nº 1. Especialización Superior en Alfabetización Inicial. Instituto Nacional de Formación Docente. Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación.

(3) Ibidem Clase Nº 2.

Publicado en el diario El Litoral, Santa Fe.

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