En un día que rinde homenaje a la trascendental fecha de 1857, cuando se inició el servicio de pasajeros del Ferrocarril del Oeste, el primero en Argentina, no podemos dejar de revivir la historia ferroviaria de nuestra tierra. Un pasado que, a pesar de sus altos y bajos, sigue vivo en la Estación de Tren La Rioja, un testimonio tangible de cómo los rieles unieron destinos y generaron transformaciones en nuestro país.
El periplo ferroviario de La Rioja comenzó a trazarse gracias a la Ley 2186, sancionada el 15 de octubre de 1887. Esta normativa autorizó la construcción de una línea de tren desde Villa Mercedes, en la vecina Provincia de San Luis, hasta nuestra querida La Rioja. Este ambicioso proyecto se convirtió en realidad el 29 de noviembre de 1890, cuando se habilitó el tramo hasta La Toma del ex Ferrocarril Noroeste a La Rioja.
A medida que avanzaba el siglo XIX, los ramales ferroviarios se expandieron en La Rioja. Conectamos con Chilecito y la capital provincial, consolidando una red de comunicación vital para el desarrollo económico y social. No obstante, sería en 1907 cuando se completaría el ferrocarril que uniría a La Rioja con Chumbicha, una obra que llevaría los rieles prácticamente hasta el corazón mismo de la ciudad.
Sobre este tramo provisional, que llevó el tren hasta la emblemática Plaza 25 de Mayo, el historiador Manuel Gregorio Mercado dejó valiosas huellas. Según sus relatos, en el lugar que ahora ocupa la estación ferroviaria había una amplia laguna que proveía de agua a las caravanas de carretas que transitaban desde Tucumán y Catamarca. Estas caravanas transportaban mercaderías cruciales para el intercambio entre provincias. Las aguas de esta laguna provenían de la quebrada de Pango, un detalle que refleja la conexión entre la geografía y la historia ferroviaria.
El espacio donde se alza la estación, conocido como La Ermita, cobró nuevo sentido con el paso del tiempo. La fuente artística, que hoy adorna el lugar, antes se erigía en la intersección de las avenidas Perón y Castro Barros, un punto de partida crucial en la ciudad que se conectaba con el "Camino de la Salida". Esta fuente de origen francés, un regalo del Dr. Joaquín V. González, Ministro del Interior en aquel entonces, añade un toque de distinción histórica a la estación.
El hermoso edificio de estilo neocolonial, construido a finales de la década de 1930, personifica la política de retorno a las raíces hispánicas impulsada por el Gobierno de Fernández Valdés. Este edificio, que forma parte del Patrimonio Cultural Arquitectónico de la Ciudad, alberga hoy dependencias municipales y actividades culturales en su interior. Sus dos plantas en el extremo sur y las galerías-andén en conjunto conservan su esplendor original y nos remiten a una época en la que el tren era el alma de la movilidad y el progreso.
Aunque los servicios de pasajeros cesaron en 1977, la Estación de Tren La Rioja mantiene viva su esencia. Durante el período entre 1976 y 1992, se reemplazó este servicio por una combinación de transporte ferroviario y automotor en Córdoba, una muestra de cómo el transporte moderno se fusionó con los legados del pasado.
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