Febrero se llevó a Mario El Mudo, emprendió la última caminada con su Virgen portada en el carro con el que lo conocieron las calles de siempre.
Respetuoso y amable y sin maldad, al decir de la gente de antes, convivió con otros viejos personajes populares que a diferencia de Mario que tenia
a su casa y a su madre, se criaron con el cielo como techo, compartiendo con la gente sus estrechos, infinitos mundos.
Recordar a Mario en las calles saludando sonriente es traer a la memoria a Litito, al Nene La Burra, a la Rosita Perfecta, al Burro Solano, a José Maria y sus míticas disputas con la Virgen con colectas con las que ayudó a erigir la capilla del Tiro Federal.
Cada personaje tenía sus humores y sus discordias, pero fundamentalmente eran nuestros porque no existe pueblo sin personajes populares, al decir del vate Julio Olivera Chazarreta.
Hoy todo está cambiado, las calles son hogar de otras existencias más conflictuadas, las casas están cerradas y no se abren al caminante diferente que porta su propio mundo y solo pide sin pedir para seguir viviendo.
Esta es otra Rioja, menos comunitaria que la de antes que por ignorancia y vergüenza condenaba a la calle a seres que no eran tan iguales a todos, pero los toleraba en esa libertad de abandono y de alguna manera los aceptaba y cobijaba cuando ya estaban hechos.
Mario El Mudo en su mundo fue dichoso, convivió con los cuidados y el amor de su madre, no deambulaba, tenia su derrotero llevando a su adorada Virgen.
Mario murió el 15 de febrero, a 15 años de la muerte de su madre, que también murió un 15 de febrero.
Cumplió su ciclo de personaje de pueblo, ingresó al mundo de las anécdotas, deja su recuerdo grabado en el paisaje urbano de una Rioja que despiadadamente crece como las grandes ciudades.
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