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1591 Cultura + Espectáculos ESPACIO DE SADE FILIAL ARIEL FERRARO

A cien años de "Fervor de Buenos Aires"

En 1921 los Borges regresan a la Argentina, y en el puerto de Buenos Aires los recibe Macedonio Fernández; ocurre (entonces) el enamoramiento entre el poeta y su ciudad.
Lic. Eduardo Varas

Por Lic. Eduardo Varas

La familia Borges vive en Suiza desde 1914 hasta 1918, y en 1919 se traslada a España, donde Jorge Luis se relaciona con el ultraísmo y, en Madrid (precisamente) frecuenta la tertulia de Ramón Gómez de la Serna; después, en 1921 los Borges regresan a la Argentina, y en el puerto de Buenos Aires los recibe Macedonio Fernández; ocurre (entonces) el enamoramiento entre el poeta y su ciudad. Allí, en Buenos Aires funda la revista mural Prisma, y con Macedonio y otros: la revista Proa; aunque lo más importante es el redescubrimiento de su ciudad que, en ese entonces, es una metrópoli en plenitud, porque el país se destaca como máximo exportador de materias primas; y Borges encuentra su tono en la nostalgia por una Buenos Aires finisecular; una ciudad de “las orillas”, como escribe Beatriz Sarlo. El poeta encuentra sus tópicos en las casas bajas con patio y con aljibe, y en las calles de los arrabales. En efecto, en esos primeros poemas: un flaneur recorre orillas y barrios viejos y reflexiona sobre el tiempo y la inmortalidad, mientras emergen filósofos como Berkeley y Schopenhauer. Ese Borges descubre zaguanes y almacenes y se enamora de Concepción Guerrero con quién se encuentra en la casa de la hermanas Lange: Norah y Haydee. Y con veintitrés años publica Fervor de Buenos Aires; primer libro de poemas, aunque (en rigor) es el cuarto, porque antes escribe Ritmos rojos, Los naipes del tahúr, Crucifixión del sol. El libro quiebra con las vanguardias poéticas, y comienza una carrera literaria rutilante.

A su vez, algunos poemas como “La recoleta”, “El Sur”, “La plaza San Martín”: esbozan una Buenos Aires idealizada, mientras que a Concepción le dedica el poema “Sábados”; esos textos se alejan del “modernismo” engolado de Darío y Lugones, que abreva en el simbolismo y la mitología grecolatina. Borges, en cambio, adscribe al ultraísmo, aunque Fervor de Buenos Aires no tiene ese influjo, porque los poetas ultraístas cantan a lo nuevo, y él escribe en un tono nostálgico y metafísico que poetiza casas bajas, patios, plazas y calles. Borges dirá (después) sobre Fervor de Buenos Aires en su Autobiografía: “nunca me he alejado mucho de este libro; siento que mis trabajos sólo han sido desarrollo de los temas que en él toqué por primera vez; siento que toda mi vida ha transcurrido volviendo a ese único libro”. Y, por ejemplo, los poemas “Calles” y “Arrabal”: las calles son las del arrabal y no las del centro; son los límites entre la ciudad y la pampa; los confines que postula Beatriz Sarlo para pensar: “el criollismo urbano”.

Fervor de Buenos Aires se edita en 1923 sin índice de páginas, con el apoyo del padre del poeta y el grabado de la portada: es de su hermana, Norah. Son cuarenta y seis (46) poemas en una edición trescientos (300) ejemplares de la imprenta Serantes; aunque Borges, en la edición de 1969, escribe: “En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la serenidad; y mitigar excesos barrocos, limar “asperezas” y tachar sensiblerías y vaguedades”. Sin embargo, nunca reniega de esta obra que anticipa su producción posterior. Luego y, antes de viajar (nuevamente) a Europa: lleva cincuenta ejemplares a las oficinas de la revista Nosotros y los deja los bolsillos de los sobretodos que cuelgan en el perchero de la redacción. La edición sin editor, sin páginas numeradas, sin prólogo y sin índice: tuvo un impacto sustantivo en los dos próximos libros: Luna de enfrente y Cuaderno San Martín.

Posteriormente, la familia regresa a Buenos Aires y, a pesar de los avatares, escribe: “la ciudad que yo creí mi pasado/es mi porvenir, mi presente;/los años que he vivido en Europa son ilusorios,/yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires”. Además y, para su sorpresa, el libro ha sido leído y comentado, y él dijo: “me había ganado una modesta reputación de poeta”. De estos eventos, se cumplen un siglo; lo que sigue es sabido: la literatura argentina cambia para siempre con un libro que condensa la esencia de una poética en la primera línea del primer poema; a saber: “Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña”; ergo, Buenos Aires es él. Borges, en suma, barrunta la nostalgia por una ciudad que acaso no conoció y, en Fervor de Buenos Aires es un flâneur que camina por cualquier barrio y postula su “historia universal”.

EL AUTOR. Eduardo Varas es Licenciado en Letras y profesor de la Universidad Nacional de La Rioja.

SADE LA RIOJA

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