¿Estamos totalmente comunicados hoy o velozmente incomunicados a través de la fibra óptica por pantallas de vidrio de color opaco y de apps donde bailar o ponerse orejas, es el método más cercano a sentirnos incluidos en el mundo del disfraz tecnológico pero desnudo ante el no avance cultural y social de la comunidad? En palabras del sociólogo Philip Slater, hoy el mundo observa dos culturas: la cultura de disgregarnos y la cultura de conectarnos y comunicarnos en comunidad. ¿Qué significará ésto? Efectivamente, cada vez está más arraigada en la sociedad, la cultura de la disgregación comunitaria, basada en crear y mantener límites entre personas e ideas. Está sucediendo hoy con total claridad...¿o no lo ven? La anterior “Comunidad del encuentro”, que se enfocaba en vincular personas y perspectivas opuestas, ha caído totalmente éstos últimos años, en el tacho de la basura. Pensar distinto es sinónimo de opuesto, hablar diferente es sentir que sos sapo de otro pozo, tener otros ideales es símbolo que el camino se ha torcido si no es igual al camino que obligadamente me señalan, tener otro color de envase es mostrar un lado que el otro va a tomar con descontento si no comulga con el mismo color de envoltorio que esa persona tiene.
O sea, “Encontrarnos con respeto en la diferencia”, pasará a ser lo contrario a descubrir algo en común, pues ir más allá de las diferencias culturales, políticas, sociales, económicas y organizacionales, lleva a las sociedades que no abren su mente; a fracasar por la estrechez de pensamiento y funcionamiento en comunidad.
Qué triste no entender que aprender desde el encuentro y conexión comunitaria, es un aprendizaje de conexiones que existe entre todas las formas de vida. ¿Cómo elegimos vivir hoy, para lograr un mejor vivir, cuando nada está permitido o todo está permitido? ¿Cómo vencer la cultura de la confrontación y el miedo? ¿Cómo impedir que se acreciente la cultura del rechazo a todo el que no piensa igual o parecido a lo que creemos que es la aparente idea que está bien? ¿Cómo no extrañar la época donde las personas caminaban por la calle con una marcada manera de ser comunitariamente amables, conectados y diferentes entre sí? Qué difícil se hace hoy “la no tolerancia social” que quebranta el entretejido de la comunidad que cubre la individualidad colectiva que nos representó antaño.
¿Se extraña? ¿Ustedes que sienten? ¿Somos pantallas de vidrio de color opaco y quebrado en una comunidad por ende inexistente?
Imaginemos una idea o sueño como ciudadanos y trabajadores que fuimos, somos y/o que queremos ser; imaginemos que nos levantamos una mañana y vemos la “Cultura de comunicarnos y encontrarnos de nuevo en la mesa o en la calle del intercambio de la vida y la Comunidad”.
En esa mesa de intercambio comunitario, ya sea en la calle, o en el trabajo, o en el barrio, imaginamos cómo las personas muestran sus caras transparentes y frescas y no sus caretas ajadas por el exceso de apariencias. Imaginamos también, recuperar en la familia, la mesa larga y gritona a veces por querer contar todo, todos al mismo tiempo y risueña porque no faltaba el chistoso o aquel pariente artista.
Repensando a Tomás Merton: “La mayor necesidad de nuestro tiempo consiste en limpiar nuestros desechos mentales y emocionales que alteran nuestro cerebro y hacen de toda vida individual, comunitaria, cultural, política y social una enfermedad que nos llega a todos”.
Depende de cada individuo en comunidad, y de cada comunidad en sociedad comenzar a limpiar.
Si no limpiamos, no podremos imaginar un futuro para nosotros y para nuestras generaciones venideras.
¡Si no imaginamos, no podremos levantarnos!
¡Hasta la próxima comunicación, estimado lector!
LA AUTORA
PAULA MONSBERGER ES: MAGISTER EN RELACIONES INTERNACIONALES. LIC. EN CIENCIA POLÍTICA, RELACIONES INTERNACIONALES Y COMERCIO INTERNACIONAL. PROFESORA DE ALEMÁN. MAESTRA EN DECLAMACIÓN Y RECITADO. CONDUCTORA DE RADIO Y TV. ACTRIZ.
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