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Lalo Schifrin, el adiós a un gigante musical y un legado argentino

La noticia del fallecimiento de Boris Claudio "Lalo" Schifrin a los 93 años ha resonado profundamente en el corazón de la cultura musical argentina y del mundo.
Sara González Cañete

Por Sara González Cañete

El pasado jueves 26 de junio, el compositor y pianista que llevó el sonido de Argentina a Hollywood y a cada rincón del planeta, se despidió, dejando un legado imborrable de melodías que marcaron épocas. Sin embargo, su partida no solo deja un vacío, sino también una última obra maestra que simboliza el puente entre generaciones de talentos argentinos.

En sus últimos meses, Schifrin compartió la intimidad de la creación con el aclamado pianista argentino Rod Schejtman. De esta profunda conexión nació "Viva La Libertad", una sinfonía monumental que tuvo su estreno de lujo el pasado abril en el Palacio Libertad de Buenos Aires. Esta obra es un simbólico testamento del genio de Schifrin, además, el fruto de una colaboración única que Schifrin jamás había concedido en su prolífica carrera, la coautoría de una sinfonía.

Rod Schejtman, visiblemente conmovido, ha expresado el inmenso privilegio que significó para él compartir los momentos finales y la genialidad creativa de un ser humano de la talla de Lalo Schifrin. “El privilegio de haber podido compartir los últimos meses de su vida de forma tan íntima, componiendo juntos, es algo que llevaré en el alma para siempre”, confiesa Schejtman. Schifrin, un músico de linaje inigualable, forjado por los mejores maestros del mundo, encontró en Rod a un alma gemela musical, alguien a quien confió la que sería su última gran creación. “Me dio el regalo maravilloso de ser el primer y único compositor con quien compartió la autoría de una sinfonía”, destaca Rod, subrayando la trascendencia de este gesto en la vida del maestro.

En una emotiva carta abierta a modo de despedida y homenaje, Schejtman desglosa la magnitud de este encuentro. "Mi gratitud es eterna. Tu generosidad y tu inmenso talento me han marcado para siempre", escribe Rod, reflejando la profunda huella que Schifrin dejó en él. Y ahonda en la naturaleza de la relación: "Me enseñaste no solo de música, sino de la vida, de la disciplina, de la pasión inquebrantable por el arte." Estas palabras no solo revelan la admiración profesional, sino también el vínculo casi paternal que se forjó en esos meses de intensa labor creativa.

Un Último Adiós entre Acordes y Silencios en el Teatro Colón

El destino, con su particular dramatismo poético, tejió un momento de despedida tan conmovedor como la propia vida de Schifrin. Horas antes de que Lalo dejara este plano, Schejtman se encontraba al piano en la cuna icónica del arte y la cultura argentina, el Teatro Colón. En ese escenario majestuoso, con las manos danzando sobre el teclado, Rod ejecutaba un fragmento de la sinfonía “Viva La Libertad”. El eco de las notas llenaba la sala, el público absorbía cada sonido, y el aplauso final se elevaba como un manto sonoro. En ese instante preciso, mientras "el silencio del piano se evaporaba con los aplausos", la vida de Lalo Schifrin se apagaba, fusionando la música con el adiós eterno.

En su carta, Rod evoca este momento con una sensibilidad que estremece: "Mientras mis dedos se deslizaban sobre el ébano y el marfil del piano en nuestro sagrado Colón, sentía una conexión inefable. Era como si cada nota que fluía de mis manos fuera un eco de tu genio, un último suspiro musical de tu alma." La poesía de sus palabras subraya la trascendencia de ese instante, donde el arte y la vida se entrelazaron en un adiós silencioso pero estruendoso en su significado. "El telón se cerraba para ti, Maestro, pero tu melodía seguirá viva en cada acorde que toquemos", sentencia Schejtman, rindiendo un tributo que trasciende la mera despedida.

En diálogo con 1591 Cultura+Espectáculos, Rod reveló perlitas significativas de la sinfonía creada junto al maestro.

“Trabajamos durante 6 horas juntos durante el día, aunque mi trabajo continuará por más hs. Recién en el segundo movimiento terminado y completo, Lalo me dio la bienvenida como su coautor. La obra completa dura 40 minutos, en tiempo récord logré que la orquesta Nacional Argentina lo ejecutara… 100 músicos en escena, 7 meses después de haberla terminado.”

La partida de Lalo Schifrin deja un vacío imposible de llenar, pero su música, su espíritu innovador, su enorme capacidad de creatividad, el tesón de su trabajo, su humildad para seguir aprendiendo y el legado de talentos que inspiró, como el de Rod Schejtman, seguirán resonando.

Schejtman expresa su compromiso junto a la familia de Lalo, de dar la vuelta al mundo con miles de conciertos durante su vida, haciendo lucir los últimos acordes de tamaña obra maestra.

"Viva La Libertad" se siente como una obra maestra cumbre, un puente sonoro que une la grandeza de un genio con la promesa de las nuevas generaciones musicales de nuestra Argentina.

Hasta cada acorde de tus pentagramas, eternamente querido Maestro Schifrin.

La última sinfonía: en honor a Lalo Schifrin, mi coautor y mentor

Por Maestro Rod Schejtman (Co-autor de la última sinfonía de Lalo Schifrin)

En la víspera de su partida, me encontraba en el Teatro Colón - en un acto internacional que conmemoraba los 200 años de relaciones diplomáticas entre el Reino Unido y la Argentina- interpretando por primera vez una versión adaptada al piano de la sinfonía que compusimos juntos. Sin imaginar, que aquella sería nuestra despedida musical...

Esa interpretación íntima al piano logró expresar lo que las palabras no alcanzan: el espíritu volcado en cada página y el lazo profundo que forjamos al escribir juntos una obra sinfónica para cien músicos.

Desde el podio, realicé una pausa para hablarle al público. No solo para presentar neustra música, sino para hablar de un hombre extraordionario: un genio musical, un mentor, un amigo. Y para compartir algunas anecdotas del tiempo que pasamos juntos trabajando como co-autores.

Cuando conocí a Lalo, me confió su verdadera ambición: no quería solo componer una gran obra sinfónica dedicada a nuestra patria, sino también crear, juntos, "la música clásica del futuro".

Con ese objetivo comenzamos a entrelazar nuestros lenguajes musicales, combinando las técnicas que él había aprendido en París con elementos de la tradición clásica y el lenguaje cinematográfico.

Durante ese extenso período, vimos juntos sus películas —aquellas en las que había compuesto la música— escuchamos gran parte de sus obras músicales, y me compartió, una tras otra, historias de una vida consagrada al arte.

El fruto de ese camino fue ¡Viva la Libertad!: una sinfonía monumental de cuarenta minutos, escrita para cien músicos.

Lalo me transmitió con generosidad los secretos musicales que había aprendido de sus propios maestros: Olivier Messiaen en el Conservatorio de París, “Dizzy” Gillespie, y Juan Carlos Paz. Pero, por sobre todo, lo que más me enseñó Lalo fue sobre la vida misma: a soñar en grande y atreverse a lograr lo que otros consideran imposible. “Misión: posible”, solía jugar con las palabras - siempre con una sonrisa. Y me insistía: “¡Inventemos lo próximo!”.

Cada día me recibía en su estudio con nuevas ideas que me traía manuscritas en partituras. Y muchas veces, nuestras melodías magicamente coincidían, como si una naciera de la otra.

La sinfonía ¡Viva la Libertad! lo era todo para Lalo. Fue el corazón de nuestro trabajo juntos. Su deseo era estrenarla en su querida Buenos Aires —un momento inolvidable que tuvimos el privilegio de compartir.

Su último anhelo fue escucharla en París y en Los Ángeles —las ciudades que forjaron su vida musical— y también en los grandes escenarios culturales del mundo.

Junto a su familia, llevaré adelante esta misión: que su sinfonía final continúe su recorrido hacia los escenarios globales con los que soñó, rindiendo homenaje a una figura monumental que nunca dejó de innovar, ni siquiera en esta obra final que compusimos codo a codo.

En una de nuestras últimas entrevistas, me compartió que anhelaba que esta fuera “la primera de muchas obras que escribiríamos juntos”. Ya imaginábamos la siguiente...

Recuerdo su primera propuesta: “Le propongo que seamos coautores y socios”, en el momento que me ofreció componer juntos una gran sifonía dedicada a nuestra Argentina.

Pero después de todo lo vivido, me dijo: “Hemos formado una pequeña familia”.

Y eso fue exactamente lo que se sintió.

Hay una frase que llevaré conmigo toda la vida:

“Sí, ¿por qué no?” —decía, con ese brillo en la mirada que hacía que todo pareciera posible.

Lo extrañaré profundamente.

DESPEDIDA HOMENAJE LALO SCHIFRIN
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