Mi Abuela inmigrante italiana me decía siempre: “¡todo el mundo es país” mi pequeña!” La estoy viendo con ojos de niña más de 40 años después. Claro: para esas mujeres como ella y hombres como mis abuelos que cruzaban océanos con lo puesto y niños al hombro, dejando atrás su casa, sus pertenencias, con el hambre, la desolación, el dolor de la guerra, todo lugar en el mundo pasaba a ser su país de arraigo y pertenencia, de desarrollo y crecimento, de trabajo, de sueños y un nuevo hogar. Así se hizo grande nuestro país libre, con éstos inmigrantes que llegaron sin queja, sin conocer el idioma, sin wifi, sin tarjeta de crédito, sin mail, sin Instagram, sin Facebook y así puedo continuar. Los motivaba la búsqueda de una posibilidad, de una oportunidad, un hogar seguro, un nuevo destino aún desconocido y sí que lo construyeron. Emigrar es la esencia del darwinismo: “la búsqueda de la supervivencia aún por encima de tus arraigos”, en palabras de Alba Codutti. “Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mí misma que he podido” diría mi amiga Frida Kahlo.
¿Somos parecidos a nosotros mismos? ¿Somos auténticos con nosotros mismos? ¿Somos la raíz que sale de nuestras convicciones? ¿Somos en uno mismo nuestras búsquedas, anhelos, deseos, metas y sueños?
Hoy tenemos tanto y a su vez tan poco, ¿no?
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, decía Antonio Machado.
Y habitamos un mundo donde no pertenecemos si no hacemos tal o cual cosa. Y habitamos un mundo donde hoy los valores están medio dado vueltas, ¿no?
Y habitamos un mundo donde las palabras que debieran ser pilares de la mesa, pasan a ser las sobras de la mesa. Y habitamos un mundo donde los ídolos son personajes que hacen ruido, escándalo, que muestran su perfecta vida en pantallas de colores, y habitamos un mundo donde los que estudian y saben deben esconder sus conocimientos porque están sobrecapacitados, y habitamos un mundo donde ser buena persona no tiene validez a largo plazo y donde diferenciarse a veces, es vivir en aislamiento.
Y habitamos un mundo donde hoy nuestros jóvenes y niños crecen y buscan viajar y emigrar, siguiendo el camino, esas huellas que dejaron sus abuelos, en busca de un hoy mejor, porque el futuro es una palabra que hoy y mañana carece de significado certero.
“El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”, decía Henry Ford.
¡Que mundo Señoras y Señores!
No olvidemos que aquellos que cruzan el mar, cambian de cielo, pero no de alma.
Pero más allá de los impedimentos del hoy, de las enfermedades, de las discriminaciones, de los muros invisibles que nos separan, aún hay lugares en el mundo y en nuestra mente libre para vivir, volar, soñar, ser uno mismo y pertenecer.
Te escucho Amiga Virginia Wolf.
Pese a todo...
“No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de mi mente”, ¿no es cierto?
¡Siempre podemos ser y pertenecer, volar con un libro, pensar con el conocimiento, ser en la conversación con nuestros padres sabios, con la charla de un buen amigo, reír con la inocencia y verdad de los niños, vivir con las alas de la libertad de querer ser lo más parecido a nosotros mismos!
Un sueño y un pasaporte...
“Como las aves, los seres buscamos el norte...”. dice Jorge Drexler.
Todo el Mundo puede ser nuestro sueño, nuestro país, no te olvides, ¡decía mi querida Abuela!
¡Hasta un próximo Sueño, Estimado Lector!
LA AUTORA
PAULA MONSBERGER ES: MAGISTER EN RELACIONES INTERNACIONALES. LIC. EN CIENCIA POLÍTICA, RELACIONES INTERNACIONALES Y COMERCIO INTERNACIONAL. PROFESORA DE ALEMÁN. MAESTRA EN DECLAMACIÓN Y RECITADO. CONDUCTORA DE RADIO Y TV. ACTRIZ.
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