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1591 Cultura + Espectáculos DANZA

Baila, luego existe

Desde la Perla del Oeste, Natalia Olivera construyó un universo en el que su amor por la danza, y muy especialmente por el tango, la llevó a convertirse en una referente ineludible a la hora de trazar el mapa de las artistas indispensables con que cuenta la Provincia. Desde los sueños lanzados al aire siendo pequeña, hasta este presente de reconocimientos y un futuro que se anticipa repleto de nuevas conquistas, en el viaje constante de un alma danzante.
Fernando Viano

Por Fernando Viano

Fotografías: HERNÁN BLANCO / ISOLINA ASTUDILLO / MARIO GASPAR

Desde que abre sus ojos en cada nuevo amanecer, Natalia Olivera visualiza sus paisajes pintados de danza. Desde sus cerros, los que la abrazan teñidos de blanco, le llega el aire que respira y devuelve ese abrazo en danza. La vida de Natalia Olivera es una vida que danza. Y en ese danzar va creando una atmósfera propia que, sin embargo, no deja de abrirse a los otros en la construcción de un universo que le pertenece y en el que pone el alma, su alma danzante en ese viaje constante de sueños que se vuelven realidades. Los soñados y los otros, los que van apareciendo en su camino como producto lógico de un trabajo, de un esfuerzo inclaudicable por transformar ese entorno en el que no queda espacio para los obstáculos, para las limitaciones, sino para el ampliar los horizontes, cambiar las realidades y seguir engrandeciendo su nombre. Ese nombre que es sinónimo de danza, de baile, de existencia.

Natalia Olivera baila, luego existe. Ese parece (y es) el orden en que desarrolla y da paso a todas y cada una de sus potencialidades. Porque Natalia Olivera es, además, mucho más que una mujer que danza. Pero es en el danzar, en el bailar, donde encuentra todos y cada uno de sus puntos cardinales. La brújula hacia el regreso. Esa que, luego de su incursión por la ciudad de Rosario, donde se formó profesionalmente, la trajo nuevamente a su Chilecito natal, donde le dio vida a Alma, su estudio de danza. Desde una habitación pequeña cedida por su madre (sostén imprescindible) hacia la ampliación de los espacios y una trayectoria de casi 20 años en la Perla del Oeste, Alma es ya una marca registrada, pero también el epicentro de su esencia. Y es desde allí, precisamente, que inicia el encuentro de 1591 Cultura+Espectáculos con Natalia Olivera.

“Estoy siempre a full, el estudio no se tomó vacaciones. Siempre el verano suele ser muy tranquilo, pero este año nadie quería parar, debido a la situación. Hubo una respuesta muy linda de la gente, teniendo en cuenta que lo que hacemos no es algo prioritario, es un lujo hoy, pero la gente nos está respondiendo muy bien”, afirma la bailarina en una primera instancia y en el fluir de sus palabras, que fluyen como si de bailar un tango se tratara.

ALMA COMENZÓ EN UNA HABITACIÓN PEQUEÑA Y YA ESTÁ POR CUMPLIR 20 AÑOS...

¡Si! Ya las pasé todas, no me voy a poner nerviosa. Obviamente que sería lindo estar en otra situación, porque Alma estaba en una situación muy linda para este año, porque el Instituto Nacional del Teatro (INT) nos había reconocido como sala de Teatro Independiente para comenzar a hacer actividades; ahora el INT está ahí, medio temblando, pero siempre seguimos y tengo un equipo muy lindo, que siempre está a pleno, la rema y siempre le está poniendo el pecho.

MÁS ALLÁ DE LO ACTUAL, QUE NOS PREOCUPA A TODOS, ME GUSTARÍA IR HACIA TUS INICIOS, ¿CÓMO SE DA TU RELACIÓN CON LA DANZA? ¿CÓMO LLEGÁS A ESE LUGAR?

Empecé a bailar a los siete años porque mi madre me manda a danzas, como casi todas las madres, pero especialmente por el hecho de que le habían dicho que tenía pie plano y que tenía que hacer algo por eso. Entonces mamá me manda a danzas clásicas, a ballet, con una profe que es mi maestra de la vida, que es Graciela Barrionuevo, una de esas maestras que te marcan. Graciela fue mi maestra iniciadora y mi primer contacto fue con la danza clásica, que es una danza que te genera esa cuestión disciplinar que me sirvió en toda la carrera. Ese fue mi primer contacto; luego hubo un lapso en el que dejé, en la adolescencia, que Graciela también se había ido de Chilecito, y vuelvo cuando ya estaba en Rosario. Me voy a Rosario cuando termino la secundaria porque quería estudiar Trabajo Social.

¿Y POR QUÉ ELEGISTE ROSARIO?

Porque era más sencillo irme ahí que a Córdoba. Era un lugar que no sé por qué, pero me atrapaba muchísimo y agradezco haber estado ahí. En ese momento tenía mucho contacto con gente de la cultura, del arte, que me invitaban mucho y en un momento voy a una audición, acompañando a un amigo de Chilecito que quería audicionar para una orquesta, y termino entrando al Teatro El Círculo, donde veo el ensayo del ballet, que me volvió a generar algo muy fuerte.

VOLVIENDO UN POCO HACIA ATRÁS, ME DECÍAS QUE TU MAMÁ TE MANDÓ A DANZA, PERO ALGO HABÍA EN VOS...

Si...hoy de grande empiezo a atar cabos y veo un montón de cosas. Si bien tengo una familia que no era tan habitual que nos juntemos, hay alrededor de la familia muchísimo arte, musical, sobre todo. Mi hijo ahora está queriendo tocar el bandoneón, empezamos a rastrear y el abuelo de mi mamá lo tocaba, el tío de mi mamá lo tocaba. Está en el ADN. De chica la danza era la única actividad extra que hacía, era la única actividad que me gustaba. La danza era lo que me apasionaba y creo que volvió eso cuando estuve en Rosario, fue muy fuerte cuando vi ese ensayo.

MÁS ALLÁ DE LO PUNTUAL, DE LO QUE TIENE QUE VER CON LA DANZA, ¿CÓMO FUE ESA EXPERIENCIA DE SALIR DE CHILECITO PARA IR A UNA CIUDAD COMO ROSARIO? ¿EN QUÉ TE MARCÓ?

Fue muy loco todo eso, porque no tuve mucho acompañamiento de nadie. Mi mamá no podía estar tanto, así que fue todo un ‘vas viendo’. Tuve que llegar y arreglarme sola y siento que en Rosario crecí muchísimo de golpe. Yo no tenía la posibilidad de viajar como la tiene otra gente, así que venía una vez al año a Chilecito. Eso me hizo hacer una carrera muy rápida, porque era mi única posibilidad de venir a fin de año, así que no me dejaba ni una materia para poder venir, para quedarme todo el verano acá, estar con mi mamá en Chilecito. Siempre me fue muy bien; hice una carrera muy a tiempo, aunque fue muy sacrificado todo. Llegué a Rosario a trabajar para poder mantenerme. Cuidé niños, cuidé a una señora mayor, empecé a hacer empanadas riojanas para vender, a llevar cosas de acá, hasta vino patero. Gracias a eso estudié. Vendía en una feria artesanal todos productos de acá y todo lo hacía por la danza.

¿Y AHÍ TE DISTE CUENTA DE QUE LA DANZA ERA TU CAMINO DEFINITIVAMENTE?

No fue fácil empezar allá; yo había dejado un par de años y el nivel era muy alto, así que era una jugada muy fuerte. Yo le agradezco mucho a mi mamá que en ese momento me haya respaldado. En ese momento, para poder ingresar al profesorado había que rendir un examen durísimo. Venían chicas que habían estado en el Colón, por ejemplo, y me tuve que preparar durante seis meses. Me levantaba todos los días muy temprano para entrenar; no volvía a almorzar a mi casa y seguía a la tarde. Yo no había hecho danzas contemporáneas y tenía que rendir las dos cosas: clásico y contemporáneo. Entrené muchísimo, no tenía vida. Me presenté a rendir con muchísimos nervios.

¿ERA TU PRIMER EXPERIENCIA EN ESE SENTIDO?

Si, un examen eliminatorio, con gente de mucho nivel y quedamos once chicas en ese momento, de más de 50. Fue hermoso, y ahí empecé mi carrera. Además, quería audicionar para el ballet que había visto en el Teatro El Círculo, que era dirigido por rusos, con una exigencia impresionante. Quería audicionar; entré y quedé para la obra El Cascanueces, que fue mi primera obra para ese ballet y ahí sentí que iniciaba mi carrera profesionalmente. Fue hermoso, un lugar para mi mamá en el Teatro para que me pudiera ver. A la par hacía el profesorado, estaba en el ballet con mucha exigencia; agradezco a la danza clásica la disciplina que me dio. Tuve la posibilidad de ser capacitada por Eleonora Casano; teníamos la posibilidad de ver ensayos con Julio Bocca. Tener acceso a eso era algo increíble. Mi primer contacto fuerte a nivel profesional fue la danza clásica, pero un día una amiga del ballet del Teatro me lleva a una milonga: ‘estoy aprendiendo a bailar tango’ me dijo, y me dijo también: ‘esto no es compatible con nuestra vida (risas), porque es todo a la noche’. Fui y.…siempre te dicen que el tango te atrapa y es real. Fui esa vez y ya está, me pasó eso, quedé para siempre ahí.

¿QUÉ ENCONTRASTE EN EL TANGO EN ESE MOMENTO?

Me pasó que no empecé aprendiendo tango de escenario, que es lo que pasa habitualmente con las bailarinas de danzas clásicas. Empecé con un maestro que enseñaba tango estilo milonguero, sólo para bailar en la milonga. Venía de un lugar de mucha disciplina y este maestro te abrazaba y te decía: ´vos tenés que cerrar los ojos y sentir’. Era la antítesis de lo que venía haciendo.

DEBE HANER SIDO MUY DESAFIANTE PARA VOS ESE CRUCE ENTRE LA DISCIPLINA DE LA DANZA CLÁSICA Y EL TANGO MILONGUERO, ¿CÓMO TE PREPARABAS? ¿CÓMO ACOMODABAS EL CUERPO PARA UNA Y OTRA COSA?

Era súper popular el tango, viste, vos no te tenías que preocupar tanto si el empeine estaba así o de otra manera, el profe quería que sientas, y creo que eso también me atrapó del tango; acá lo importante es el abrazo, lo que yo te comunique, lo que vos contestas y creo que me atrapó eso. Cada abrazo es diferente y es un mundo, tiene todos sus códigos. Yo empecé y no me animé a ir a una milonga ahí nomás, porque la milonga tiene muchos códigos; siempre alguien te tiene que sacar a bailar primero para que te conozcan, porque si nadie conoce cómo bailas no te sacan; así que tenías que aprender a bailar sí o sí, y si alguien te sacaba a bailar, tenías que bailar la tanda completa, no te podías ir en el primer tango, aunque no te guste. El tango es todo un mundo y creo que me atrapó todo eso; además de la danza me atrapó el tango, su universo. Aparte conocés un montón de gente; todo el mundo se encontraba ahí en la noche en la milonga y es un submundo, esa gente cambia y es su cable tierra, su vida; hay gente que va de lunes a lunes a la milonga en Buenos Aires, en Rosario.

IMAGINO QUE TODO ESO, LA EXPERIENCIA EN ROSARIO, LA DANZA, EL TANGO, TE CAMBIÓ EN TU SER, EN TU MANERA DE VER LAS COSAS, CUANDO VOLVISTE A CHILECITO, ¿CÓMO VOLVISTE?

Fue un tema ese porque siempre tuve el sueño de recibirme y volver a Chilecito a poner mi estudio de danza, porque acá no había estudios privados. Era mi sueño, pero tenía eso de que todos me decían que no viniera, que me iba a morir de hambre, que acá nadie bailaba tango. La única siempre firme fue mi mamá. A mi mamá le agradezco todo. Ella me dijo que sí, que me viniera, y además Rosario ya se estaba poniendo difícil en aquel momento. Mi mamá me prestó una habitación para dar clases en la que entraban tres, cuatro personas, entonces tenía que dar como diez clases al día para hacer un número que me convenga.

¿Y EN ESE MOMENTO DE QUÉ DABAS CLASES?

De todo. Yo me recibo de Profesora de Danza Clásica y Contemporánea; después me tiré más hacia la danza Contemporánea que a la Clásica porque empecé a entrar en compañías también de Danza Contemporánea que fueron un flash para mí; me fue muy bien allá en Rosario con la Danza Contemporánea, era bastante reconocida, y en el tango también. Cuando vuelvo a Chilecito también hice un instructorado de Pilates, que estaba muy de moda en este momento. Yo tenía una cosa muy capricorniana (risas): no podía ir solo a tomar clases de Pilates; yo si iba algo tenía que estudiarlo. Entonces me puse a hacer el instructorado, aunque era todo mucho esfuerzo, todo salía muy caro. Entonces cuando me vieron que era bailarina, que tenía muchas facilidades me becaron en el instructorado y así fue como estudié. Vine acá y daba clases de danza Contemporánea, de Tango y de Pilates.

¿Y QUÉ PASABA EN ESE MOMENTO CON EL TANGO EN CHILECITO?

Nada, nada. Habían estado intermitentemente algunas personas mayores, alguno que ha ido y ha vuelto, pero nadie estable. Todo era un desafío: el tango y la Danza Contemporánea, porque la gente me preguntaba qué era. Creo que lo que me ayudó mucho fue que insistí mucho en hacer una muestra al final de ese año, con mucho esfuerzo. Hice una muestra para que la gente vea de qué se trataba y después de eso explotó. Mi mamá me dijo en ese momento que tenía que trasladarme a la galería, pero la galería era abierta. Trabajé para juntar esa plata, cerramos la galería y ahí se creó un salón más grande. Ahí fue cuando terminó de nacer Alma.

¿Y POR QUÉ DECIDISTE LLAMARLO ALMA?

Pasé por muchos nombres y sentía que ‘Alma’ era muy trillado. Lo consulté con un amigo que era comunicador y me dijo que, si bien podía ser trillado, comunicacionalmente daba para todo lo que yo quisiera agregar después. En realidad, ni siquiera fue por el significado de la palabra. Yo cuando pensaba en que iba a tener hijos, ya tenía un nombre para el varón y un nombre para la mujer, y el nombre para la mujer era Alma. Y literal fue mi hija. Quería que tenga el espíritu que tiene hoy, que, si bien es un lugar privado e independiente, necesitaba que el lugar tuviera alma, que no sea in producto comercial, que cada persona que venga se sienta en familia, y funcionó muy bien.

A LA PAR DE TU ROL DE PROFESORA, DE DOCENTE, TAMBIÉN SE FUE DANDO UN CRECIMIENTO PERSONAL, INDIVIDUAL, QUE TE FUE CONVIRTIENDO EN UNA REFERENTE INELUDIBLE...

Cada vez que me presentan, dicen que soy gestora cultural. Yo nunca me lo planteé a eso, pero inevitablemente te terminás convirtiendo en eso, más en el interior del interior. El laburo de bailarín, de docente, de director de un espacio de arte te termina convirtiendo en gestora cultural sí o sí, porque no queda otra.

¿PERO TE SENTÍS BIEN EN ESE LUGAR?

Más hoy, que estoy un poco corrida del rol de docente porque ya tengo doce profes trabajando. Estoy más dirigiendo, y estoy enfocando la energía también ahí porque no se puede hacer todo. Estoy dirigiendo el espacio no tanto dando clases, solamente estoy dando algunos seminarios, cosas intensivas, pero no clases regulares.

¿CÓMO SE HACE PARA CONVERTIRTE EN UNA REFERENTE EN UN ÁMBITO COMPLICADO COMO SUELE SER CHILECITO, EL ÁMBITO DEL TANGO, CON TODO LO QUE SIGNIFICA?

Fue muy intuitivo e inconsciente. Yo llegué a Chilecito y eran todas trabas. Quería hacer una muestra y no había nada, pero me sirvió muchísimo estar en Rosario, ver cómo se manejaban mis directoras. Yo estuve en compañías profesionales, entonces llegaba acá y era un cambio importante, pero yo tenía muchas ganas de que en Chilecito ocurra lo mismo que en Rosario, que se puedan ver obras de danza, de tango. Entonces generé la milonga, porque yo quería una milonga y porque mis alumnos aprendían, pero no tenían dónde bailar. Lo que hice fue muy intuitivo, pero con muchas ganas y si había obstáculos, más insistía. Yo hacía todo y también creo que hubo mucho acompañamiento de la comunidad, siempre le comunicaba todo a mis alumnos. La gente en eso fue clave, la comunidad me acompañó un montón.

¿Y QUÉ TE PASA CUANDO VES ESE ACOMPAÑAMIENTO?

El año pasado quería llorar, porque hay cosas que pasan que antes no se veían en Chilecito.

Y A ESO SE LE SUMA QUE LLEGASTE A LUGARES INCREÍBLES TAMBIÉN...

Si, siento que soy una privilegiada, pero sé también que eso fue mucho trabajo.

¿HABÍAS PENSADO, IMAGINADO?

No, porque esas carreras se hacen antes de ser mamá. Yo quería ser mamá, también era un deseo muy fuerte. Una de las razones por las que me vengo a Chilecito es porque no quería ser madre en una ciudad como estaba Rosario en ese momento. Quería tener un hijo que pudiera crecer así: con los cerros, que pudiera jugar. Y yo veía a mis colegas bailarinas, las pocas que eran mamás, que a sus hijos los veían a la mañana y a la noche únicamente; yo no quería eso. Cuando fui mamá sentí que ya estaba, pero seguí trabajando mucho por el tango. Empecé a llevar a mis alumnos a encuentros de tango del interior, empecé a hacer redes, a conocerme con gente muy conocida del tango que me empezaron a llamar. Inconscientemente, sin querer. Antes de la pandemia ya me había presentado para el Fondo Nacional de las Artes, en una convocatoria que fue para el Polivalente de Arte de Chilecito. Ganamos una capacitación para todos los profes en Composición. En medio de la pandemia me animo a presentarme sola en estas convocatorias y genero dos obras, una que es ‘El tango también es nuestro’ que gana en el Fondo Nacional de las Artes, y el mismo año gano en el INT con ‘Minas’, que era un concurso especial que se llamaba Experiencias de Creación Escénica. Genero ‘Minas’ como una experiencia innovadora, inmersiva en Chilecito, que fue una obra en la que la gente tenía que recorrer esa obra por una casa. La gente entraba en la cocina y se encontraba con una escena, con un personaje, iba al patio y se encontraba con otra escena. Gano con esa obra dos premios y eso me generó mucha visibilidad fuera de Chilecito. Lugo me presento en otra convocatoria que era para trabajar con el campeón mundial de tango, con Hugo Mastrolorenzo y también la gano. Eso fue un flash, porque es el único campeón mundial que tiene diez de puntaje, y es un referente cultural. Hugo accede a trabajar conmigo y viene a Chilecito dos veces. La beca era para mí y podía invitar a tres personas, pero generé el festival Chilecito con Alma de Tango, que fueron cuatro días, con dos seminarios para todo el mundo; vino gente de todos lados, Hugo presentó sus libros en el Concejo Deliberante, hicimos una milonga. Creo que eso me ayudó un montón a poder posicionarme afuera. Además, ya había viajado a Italia convocada por el Círculo Cultural de Argentinos, un grupo de gente que quiere conservar nuestras tradiciones. En esa ocasión me llevé a los bailarines. Trabajamos un montón para poder ir, la comunidad nos ayudó mucho. Conocimos no sólo Italia, sino también Eslovenia, Croacia...

EN BASE A TU EXPERIENCIA Y ESTO DE SALIR, DE VIAJAR, DE LLEVAR EL TANGO, ¿HAY UN ADN DEL TANGO RIOJANO?

Estoy en ese proceso ahora. Estoy con muchas ganas de hacer esto del tango riojano, del tango del interior. Mi idea es empezar a generar nuestra identidad tanguera. Siento que hay un montón de tango en La Rioja, en Capital, en Chamical, en Olta, pero seguimos mirando al puerto. Y yo creo que estamos en condiciones de generar nuestra identidad también, generar contenido de tango nuestro, muy de a poco, en lo visual primero, para luego pasarlo al cuerpo. Hugo Mastrolorenzo, el campeón mundial me ayudó mucho a abrir la cabeza en esto y estoy en esa búsqueda.

¿QUÉ TE PASA CUANDO BAILÁS, QUÉ SENTÍS? HAS HECHO UN RECORRIDO MUY LARGO, NO MEDIDO EN TIEMPO, SINO EN HECHOS Y SEGURAMENTE QUE NO SOS LA MISMA QUE CUANDO EMPEZASTE, ¿QUÉ TE SIGUE GENERANDO BAILAR?

Me genera una adrenalina que no me lo genera nada, y si bien estoy en otro momento, porque antes quizás miraba más hacia el tango de escenario, hacia el truco, hoy eso quizás no me llena tanto. Entendí, porque cuando uno crece va entendiendo, que lo importante del tango está en otro lado, que es el abrazo. Voy a Buenos Aires muy seguido, entonces tengo esa posibilidad de conectar con otra gente, pero esto que vos tenés una milonga con millones de personas que no conocés, que te sacan a bailar, te abraza alguien que no conoces y que ni siquiera habla el mismo idioma quizás, y salís a bailar como si nada, es magia. La conexión es el abrazo. Eso es lo mágico. Ser para todo el mundo; yo siento que todo el mundo puede bailar. El tango popular, el nuestro, es el de las milongas; abrazarte con alguien que te comunique y vos poder comunicar. Yo siento eso. Hay dos momentos en los que yo medito en la vida, uno es el tango porque no podés pensar en otra cosa. Estás abrazado a alguien que te está comunicando algo a lo que vos tenés que responder, la música, el espacio, la gente alrededor; tenés que estar presente ahí. La meditación es estar presente aquí y ahora y el tango es eso, no podés estar en otro lado. Te hace estar presente, es hermoso. Por eso digo que medito en dos momentos, cuando bailo tango y cuando hago natación. Siento eso, es mi momento de meditación. También el tango tiene esto que vos le sacás la ficha a la gente al momento. Con el tango no la podés caretear. Me encanta eso. Ves a la gente cómo baila y ya sabés...

¿Y CUÁL ES TU SUEÑO HOY?

Vengo hace años con esto y creo que muchos estamos en esa y ojalá se dé, pero quisiera que en estos lugares más recónditos del país también la danza sea una profesión. Creo que hemos avanzado un montón, a mí ya casi nadie me llama diciéndome ‘che, vení a bailar’, tienen el recaudo de decirme ‘bueno, cuanto es’, pero al principio no era así. Yo quiero que pase eso con todos. Estoy tratando de que en mi espacio se genere esa conciencia. Estoy en pos de eso, en que se pueda pensar esto como una profesión; creo que falta avanzar un montón, pero quiero que todos sepan que se puede. Hay un montón de talento acá. Todo es con trabajo y con muchas ganas.

¿SENTÍS COMO MUJER QUE HAY UN RECONOCIMIENTO, O SENTÍS QUE TODAVÍA FALTA UN POCO MÁS?

Yo siento que siempre hay que seguir empujando un poco más. El ámbito del tango ha sido siempre muy machista, pero cuando se dio el cambio en las otras ciudades, fue un volantazo. Salvo en las milongas muy ortodoxas, hemos bailado mujer con mujer, varón con varón. Hoy se ha naturalizado mucho más. Sin embargo, creo que la lucha sigue, porque el porcentaje de mujeres no es equitativo en los escenarios. Tengo mucha gente atrás que necesita de ayuda, de respaldo. Lo bueno de todo este proceso es que pudimos hacer red, apoyarnos entre nosotras.

Natalia Olivera respira danza, respira tango. Con cada nuevo amanecer, visualiza sus paisajes pintados de danza. Baila en el despertar de su alma, luego existe.

DANZA NATALIA OLIVERA CHILECITO TANGO

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