Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
1591 Cultura + Espectáculos LITERATURA

Chelcos

"...Escalo las piedras que están detrás de lo que fue la vivienda e intento el viejo ejercicio de medir las alturas, la que alcanza mi travesía con la del techo..."
Liliana Noemí Cevallos

Por Liliana Noemí Cevallos

Los días previos preparábamos el equipaje. La caja con los juguetes y el alma.

La cercanía de las piedras al camino anticipaba la aventura y la voz diciendo o silbando “ahorita los abrazo, niños”.

Te sacabas el pañuelo, siempre con el nudo hacia atrás, lo alisabas, lo ceñías nuevamente y te restregabas la boca con esos dedos delgadísimos. Después el lugar en tus brazos, un ratito, a cada uno.

La casa, vos, el campo hacia todos lados, los guijarros, los olores, los retintines, los verdes, el pozo de los conejos. ¡El milagro!

Ahora, después de tanto tiempo, apenas unas pocas paredes desgastadas sosteniendo de a tramos escasas varas sobre las que descansa el techo-cielo en su infinitud de luz y de silencio.

Escalo las piedras que están detrás de lo que fue la vivienda e intento el viejo ejercicio de medir las alturas, la que alcanza mi travesía con la del techo.

Lejano tiempo en que ese poder de superación asombraba “yo iba más allá”. Mi vista hacia el este recorría el techo, se deslizaba, enroscándose luego entre la hilera de higueras y se perdía en la plaza para estallar en el tronco hinchado del palo borracho.

Hacia el oeste todas las piedras nos pertenecían, el caminito ascendente, las flores blancas y llegar al río… no… no lo era… era una acequia. El imaginario infantil lo bautizó río.

Sentábamos a nuestras muñecas a la orilla del agua y allí manteníamos conversaciones interminables fundando esa red natural.

Descender cuando el aroma de la comida de la abuela se extendía o cuando nuestra madre desde abajo nos llamaba.

Después de un montón, más un montón y otro de días he vuelto al mismo lugar.

Ya no hay techo para medir alturas y nadie llama desde abajo a ninguna hora.

Hacia el oeste alguien limitó el terreno y la acequia o el río de nuestro mundo niño es un revoltijo de arena más un jergón de hojas secas y de estiércol.

Me regocija ver inalterable el sendero. Entonces mis pies se acomodan al terreno rocoso, allí descubro trozos de vidrios, jarritos achatados, agujereados y los cargo de historias con fechas, nombres, sabores.

El palo borracho de la plaza está más borracho, más ancho, se impone entre los otros.

Las voces dormidas descienden conmigo. Se enlazan susurros, berridos, aleteos.

Desde algún lugar escucho “baje con cuidado niña no vaya a ser que se le encaje el calzado”.

El suelo de los cuartos se ha cubierto de montículos de tierra y los ha empequeñecido. Los recordaba inmensos. Tenía en mis evocaciones imágenes de unas ventanas grandes y sin embargo son solo cuadraditos rompiendo los adobes.

Por un instante veo la piel arrugada de tu cara, facciones adheridas a los huesos, el cuerpo pequeño, la mirada de encerrar secretos que serán eternos y mi esfuerzo obstinado por develarlos todavía.

Después reparo en tu marcha hacia el final de la galería, allí te absorbe el paisaje de escombros, de pasto quieto rodeando el esqueleto de un sulky y te inclinas dócil ante el mortero de piedra.

He recorrido en esta tarde de julio del año dos mil… este lugar.

Y otra vez la memoria de los días amorosos.

LA AUTORA

LILIANA NOEMÍ CEVALLOS - PROF. PARA LA ENSEÑANZA PRIMARIA. PROF. EN LETRAS. POSTÍTULO EN LITERATURA INFANTO JUVENIL “UNA MANERA DE LEER EL MUNDO DESDE LA ESTÉTICA LITERARIA”. EJERCIÓ LA DOCENCIA DURANTE TREINTA Y SEIS AÑOS.

EX DIRECTORA DE LA ESCUELA NORMAL NIVEL SECUNDARIO DE CHEPES. AUTORA DE LOS LIBROS: “VIAJES” Y “CON JUEGOS, CON VIENTO Y CON VOS”. VIVE EN CHEPES – DPTO. ROSARIO V. PEÑALOZA – LA RIOJA

LITERATURA RELATO CUENTO

Comentarios

Últimas noticias

Te puede interesar

Teclas de acceso