Por Juan Recce
En medio de sus diques perimetrales, las esclusas del canal de Panamá, subiendo el nivel de sus aguas, levantan gigantescas embarcaciones cargadas de productos hasta 25 mts para que puedan transitar por el punto más alto del canal y luego las hacen descender. Así se conecta el libre comercio entre el océano Pacífico con el Atlántico, paradójicamente, con un sistema de diques y esclusas. Se trata de administrar flujos y caudales.
Esta relación de lo humano con el control del agua, es decir de los flujos, se remonta a tiempos inmemoriales. Los antiguos aprendieron a dominar la tierra surcándola en forma de espiral, “cultur”, de allí la palabra cultivo y también cultura, se trataba de administrar y direccionar el agua. Al fin y al cabo parece que siempre se trata de artificializar los dones de la naturaleza, domesticarlos es poder anticipar y planificar su desarrollo. Sean cuales sean las culturas antiguas que exploremos, siempre habrá algunos elementos comunes entre sus ruinas: acequias, canales, calles y techos, formas de retener pero también de evitar que nos tape el agua. Se trata de administrar flujos y caudales.
Argentina es un país con una matriz productiva rica y diversa pero frágil. En nuestros suelos y nuestra gente estan todas (todas) las fibras para tener un país situado en las cuatro revoluciones tecnológicas simultáneamente: podemos ser un país de producción primaria altamente tecnologizado; podemos ser un país con industria liviana manufacturera con capacidad exportadora; podemos ser un país con industria pesada integrada a las grandes cadenas de producción global; y podemos ser un país productor y exportador de tecnologías y servicios. Podemos ser todo eso al mismo tiempo y sin duda nos conviene, tal como es fácil de observar en el caso de Estados Unidos o China.
Que todas estas revoluciones tecnológicas se sostengan y crezcan con toda nuestra gente dentro, es decir, preservando la paz social y la movilidad social ascendente, requiere del enorme arte de saber no destruir. Construir es arduo, destruir es sencillo.
Un país como la Argentina, con mandato constitucional originario (1853) de comerciar y mantener la paz con el mundo (CN art. 27), requiere de administración, de timing y de experiencia. Necesitamos de diques y esclusas para sostener nuestro modelo de organización social (CN arts. 14 y 14 bis) y nuestra forma de vida. Dinamitar las reglas y los mecanismos que permiten sobrevivir a aquellos procesos productivos que por sus sufridas historias se encuentran aún “bajo el nivel del mar”, es dinamitar los diques y liberar las esclusas para que nos tape el agua o que nos lleve el tsunami. Se trata de administrar flujos y caudales.
Flujos de divisas, flujos de capital de inversión, flujos de insumos productivos, flujos de equipamientos, flujos de bienes y servicios, al fin y al cabo, gobernar es administrar, y administrar es hacer política, política arquitectónica. Es de arquitectos construir y de agonales destruir.
La simultaneidad es un imperativo de la sociedad contemporánea, no se puede esperar, a que A funcione para que B se restablezca. Las economías regionales y economías sectoriales, aquellas que pagan salarios, integran territorios, invierten y arriesgan, requieren de un estado presente, armonizador de intereses, resolutor de controversias y planificador del crecimiento.
Humanizar siempre ha sido administrar, construir es artificializar para seguir siendo y poder crecer.
* Juan Recce es CEO de Bicontinentar Footwear Technologies. A partir de la experiencia de cierre y reapertura de las industrias del sector impulsa una ley que crea un régimen sectorial que tuvo media sanción en Diputados la semana pasada y espera ser tratada en el Senado prontamente.
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