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Opinión SOCIEDAD. POR JUAN ALBERTO YARIA

Drogas: ¿para qué sirve la familia?

“Ser un niño no querido, ser pasado de una persona a otra en los primeros meses de vida, predispone a la enfermedad antisocial’’. (D. Winnicott)

Jorge tiene un papá `dealer’ que lo abandonó, incluso para conectarse con él, en algún momento, fue a comprarle drogas; por lo tanto, solo lo trató como un cliente cuando él quizás buscaba otra cosa. Su padrastro también vende drogas y su madre está sometida a él. Queda solo, vaga entre internaciones hasta que nos conocemos. Le decimos que este va a ser su hogar; acá terminará el secundario, aprenderá un oficio. Entonces llora. La seguridad es fundamental para crecer. Sin un hogar no hay crecimiento posible y eso es un centro de tratamiento en la posmodernidad; recrear la urdimbre fundamental del ser humano de contención y transmisión de valores con límites. Basta de anestésicos y de buscar a un padre siendo un símil de ellos. El se quedó perplejo, ya que el único sostén válido era un centro como Gradiva (comunidad terapéutica) y un carnet de una obra social que lo sostiene. La bondad de lo que queda de la familia es que le pagan el servicio de apoyo social. De lo contrario ejecutarían la eutanasia de alguna manera.­

Tengo cientos de historias así. Caída la familia ampliada (la gran familia de abuelos, tíos, etc.) queda la familia nuclear (padre-madre hijos). Esta se hunde y fractura.­

Nos preguntamos por la antisocialidad creciente en menores: uso de armas, consumo de drogas, abandono de la escuela, familias en disolución o abandónicas. Se está preparando una generación crítica que finalmente quedará institucionalizada en centros carcelarios, clínicas de rehabilitación, psiquiátricas o en la calle como destino final. ­

Mientras tanto en Nueva York y en ciertos estados de los Estados Unidos están tan preocupados por los drones iraníes y el avance de Rusia y China que preparan su propio genocidio vendiendo como si fueran verduras o comidas una sustancia psicoactiva como el cannabis. Van aumentando las esquizofrenias y los trastornos psiquiátricos juveniles derivados del consumo de estos alucinógenos que llevan al consumo de otras drogas y generan una verdadera patología de la libertad desde muy jóvenes.­

Nos embargamos en `masturbaciones’ ideológicas sobre la penalización o no cuando ya todo está en la calle con discusiones `políticas’ que culminan en la `nada’ mientras miles de chicos vagan sin familias ni escuelas.­

El otro día le decía a un abogado que defiende los derechos de los pacientes lo que le sucedía a un representado; nadie lo veía, estaba solo. Pasa lo mismo en varias partes del mundo, ya que los viejos parecen sobrar. El planteamiento frente a este problema es típico de un pensamiento sesgado ideológico: más leyes, más penas y se niega perversamente la soledad en la que crecen nuestros hijos: ¿cómo viven esos chicos? ¿Tienen familia? ¿La escuela cumple su función? Nos ha invadido un pensamiento anti-institucional.­

La indiferencia y el pacto criminoso­

El hiperindividualismo está ligado a la `agonía del amor’ en las sociedades actuales (crisis de las fidelidades y el desasimiento de sí por el otro). Byung-Chul Han lo muestra con claridad, ya que es la sociedad del rendimiento lo que se impone y ahí aumentan las adicciones, el `burn out’ (agotamiento), la depresión y la hiperactividad inútil y estéril parecen ser las compañeras psiquiátricas de este modo de vivir.­

Asistimos al fin de los vínculos con los hombres entregados al multitasking (multitarea) improductivo y maníaco en el medio de ruidos incesantes, es la vida actual sin meditación y ensimismamiento como ejes de la libertad interior. Todos buscamos `combustibles’ adicionales, ya no está más la sociedad de la vigilancia que denunció Foucault, ahora estamos en la sociedad donde todo se puede, basada en el poder hacer lo que quieras.­

La fatiga y la eutanasia están ahí. Abandonar a otro más débil es un ejercicio de eutanasia. Viejos y niños asisten impávidos a esta situación. La familia nuclear se ha ido desmoronando desde mediados de la década del 60.­

A veces la pandilla es la familia patológica encontrada. Es hora de recuperar las `grandes mesas’. Pero hay un `hambre’ de vivir en familias extensas y esto se observa en todo el mundo, en organizaciones de ayuda social y terapéutica. Los agrupamientos sociales amplios son un factor de resiliencia (apuntalan ante la adversidad y ayudan a superarla). ­

Las comunidades terapéuticas hoy representan eso. Se cayó el hogar victoriano en donde todos reposaban ante el fuego de los Dioses de la casa; se criticó ese enfoque, pero el fuego no solo sofocaba, sino que contenía y daba calor humano. Cae la natalidad en los países desarrollados, salvo en el mundo musulmán que en poco tiempo gobernará parte de Europa (Francia está cerca).­

La visión cultural y política­

Nadie habla de la familia como lo inexistente y en crisis en esta sociedad. La familia como institución ha desaparecido del discurso público, como si el niño no necesitara de transmisiones simbólicas y amorosas estables de personajes también estables. Crecen así niños solos.­

La familia es quizás el último lugar de la gratuidad en esta sociedad. El amor que ahí se puede brindar es un don y una donación no mercantil que nos reconcilia como seres humanos, ya sea como padres, hijos, etc. En muchos lugares (especialmente los más empobrecidos o los más opulentos) la familia aparece en ruinas como institución (instituiere: crear, designar, fundar). Desde ahí, nace lo humano o también como fracaso la deshumanización misma.­

Dejar de ser `hijo de’ para ser padre de sí mismo y ser padre de otros es una tarea de crecimiento y maduración. Es un desarrollo y un sentido del vivir. La vida resulta ser una cadena de generaciones en donde las transmisiones de testimonios son claves.­

No es un régimen político la familia; sino un lugar de humanización y un aprendizaje de la ley desde el orden del amor y los valores. Un amor emancipado de tutelas y coacciones (que es lo que se propone como paradigma cultural supuestamente progresista) deja un interrogante sin respuesta que es de las transmisiones como humanización del hijo. Una de las respuestas que se ve es la no tener hijos (para no tener problemas) o limitar el nacimiento de los hijos e incluso que no nazcan. Así, va cayendo el valor sagrado de la vida y el sujeto como condenado al `descarte’.­

Exilio de los padres­

La crítica a la noción social de familia viene de muy lejos. Distingo un tipo de familia autoritaria de la familia como recurso de humanización y ternura. Se han confundido estos términos y así vamos llegando rápidamente a la liquidación de la noción de padre confundiéndola con la de un monarca o con la de un patriarca.­

La Revolución Francesa fue la primera en atacar la imagen del padre considerándolo como el símbolo de la monarquía y Balzac llegó a decir ``cortando la cabeza de Luis XVI, la República cortó la cabeza de todos los padres de familia’’. Se confunde la imagen de padre con la función simbólica del padre como apertura al hijo hacia el mundo extrafamiliar y de la madre como co-equiper de esta situación humanizante y culturalizadora.­

La imagen de la familia tocó a ciertos círculos intelectuales, ya que fue considerada como el lugar de la coacción, la escuela de la obediencia burguesa y de la represión sexual. Las sucesivas crisis económicas en nuestro país, el desempleo y ciertas nociones culturales individualistas han llevado a que cientos de miles de niños vivan este exilio de los padres. Los padres se han exiliado y los niños vagan sin un sentido y sin una dirección.­

El autor es Director general de Gradiva - Rehabilitación en adicciones. Publicado en el diario La Prensa, Buenos Aires.

FAMILIA DROGA

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