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Opinión VOCES

El control de la información, una variable clave en la competencia geopolítica

Cada gobierno vela por sus propios intereses, entendiendo sus fortalezas y objetivos.

En el tramo final de su mandato, el expresidente de los Estados Unidos de América (EE.UU.), Donald Trump, firmó tres órdenes ejecutivas para prohibir el uso de redes sociales chinas, incluyendo a la más popular, TikTok. Esta red social de videos cortos, que cuenta con más de 100 millones de usuarios tan solo en EEUU, nunca llegó a ser prohibida de forma efectiva, ya que la justicia estableció que podía seguir operando en territorio estadounidense mientras determinaba si la orden de Trump era o no legal.

Antes de que terminara 2023, su sucesor, Joe Biden, en un tono algo menos belicoso, ha pedido una revisión del Departamento de Comercio para determinar los problemas de seguridad que pueden plantear este tipo de aplicaciones. En un comunicado, la Casa Blanca ha especificado que sus medidas no se dirigen a apps o empresas chinas en concreto, sino que buscan promover un “Internet seguro, confiable, interoperable y abierto; la protección de los derechos humanos ‘online’ y ‘offline’ y el apoyo de la economía digital global y vibrante”. Una suerte de discurso contrario de lo que hacen los chinos, pero en la realidad haciendo lo mismo.

Cabe destacar que la idea de Biden no es propia de un presidente o una gestión. Existe además un proyecto de ley bipartidista que busca “facultar al gobierno de los EE.UU. para evitar que ciertos gobiernos extranjeros exploten los servicios tecnológicos, de una manera que represente riesgos para los datos confidenciales de los estadounidenses y nuestra seguridad nacional”.

Más aún, el temor no es solo quien posee la base de datos, o el control de quién tiene el algoritmo; sino, y, sobre todo, el rol en las operaciones de influencia. “Ha ido mucho más allá de sus raíces como aplicación de sincronización de labios y baile; crea tendencias y fomenta conexiones profundas con los creadores que mantienen a los usuarios comprometidos, vídeo tras vídeo. Los anunciantes quieren llegar a un público apasionado y entregado, y TikTok puede ofrecerlo”, destacan sus directivos. Sus números así lo indican: para 2024, los ingresos publicitarios de TikTok ascenderán a 23.580 millones de dólares.

Por ende, nos referimos a una variable que puede ser igual o más relevante que los 760.000 millones de dólares que suman ambos países en comercio bilateral: estamos hablando de futuro; mejor dicho, como se moldea el porvenir. Esto es el control de las mentes, de las ideas, del traspaso de información. De los procesos de inteligencia que pueden observar las debilidades del enemigo. Ese plus que puede hacer la diferencia cuando las tensiones se acrecientan y la diplomacia se resquebraja. Sobre todo, cuando EE.UU. coquetea permanentemente con Taiwán, el talón de Aquiles de cualquier acercamiento de buena voluntad con China. ¿Acaso no es una noble excusa que Taiwán sea uno de los principales centros de fabricación de chips y semiconductores, principal proveedor de la industria estadounidense? A Xi Jinping poco le importa. Acá no hay grises.

En el mientras tanto, China bloquea el ingreso a varias aplicaciones como Facebook, Instagram y Twitter. Aunque no están oficialmente prohibidas, no se puede acceder a ellas de manera convencional. ¿Qué sostienen los funcionarios del gigante asiático? Si Facebook ha admitido proporcionar información al gobierno de EE.UU. para misiones de espionaje, ¿cómo no nos vamos a proteger nosotros?

Bajo este marco de conflicto bilateral, podemos – y debemos – transpolar el mismo a la lógica sistémica bipolar (Occidente y sus aliados vs. Rusia, China y compañía), en un mundo que se encuentra abierto para que cada país elija donde posicionarse. Y en el actual escenario global, donde la dirección se dirige claramente hacia gobiernos orwellianos, lo difícil para la alta política es balancear las lógicas domésticas con los requerimientos de una diplomacia realmente compleja. ¿Pragmatismo? Seguro, el tema es a que costo.

Por supuesto, cada gobierno vela por sus propios intereses, entendiendo sus fortalezas y objetivos. En Occidente (léase Canadá, Francia, Dinamarca, entre otros) han restringido el uso de TikTok para sus funcionarios gubernamentales. En este aspecto, un reciente informe del Centro Nacional de Ciberseguridad del Reino Unido, establece que “podría haber un riesgo en torno a la forma en que ciertas plataformas acceden y utilizan datos sensibles del Gobierno”. Cuando se habla de espionaje, adicción conjugada con ceguera, y confidencialidad de la información, ‘es preferible que sobre y no que falte’, como indica el viejo dicho popular. O como indica uno de los autores de la reciente Ley de Servicios Digitales (DSA) de la Unión Europa: “Se trata de una medida de precaución. Sabemos que ya hay un uso limitado de TikTok en el Gobierno, pero también es una buena medida de ‘higiene cibernética’”.

La contraofensiva corporativa china pareciera no estar dando resultados. Y aunque ByteDance, la empresa matriz de TikTok, ha propuesto la instalación de centros de datos locales en el viejo continente, asegurando desde hace tiempo que no comparte los datos de los usuarios con el Gobierno chino y que se gestiona de forma independiente, se ha hecho caso omiso a sus reclamos. Mismo la propia TikTok, la cual rechaza las acusaciones de que recopila más datos de los usuarios que otras empresas de redes sociales, calificando las prohibiciones de “desinformación básica” decidida sin “deliberación ni pruebas”. Es que, para los expertos, todas las medidas preventivas que se toman no abordan de manera efectiva los riesgos fundamentales que exponen a la sociedad europea a posibles influencias chinas. Aquí tampoco hay vuelta atrás para con el ‘relajamiento’ sobre las decisiones tomadas. Coerción sin límites; y bajo la mayor cantidad de fronteras posibles.

Pero no todo es infiltración de espías; la geopolítica también juega. Para citar un ejemplo, al calor del conflicto militar entre China y la India por Cachemira, en julio de 2020, el choque fronterizo entre las fuerzas de seguridad de ambos países en el Himalaya occidental que dejó al menos 20 soldados indios muertos y más de 70 heridos, tuvo sus represalias cibernéticas: el gobierno hindú prohibió TikTok y otras 59 aplicaciones provenientes de China. Por supuesto, no todo es pérdida en este juego de suma cero: mientras TikTok, con 120 millones de usuarios en la India, perdió 6.000 millones de dólares en aquel año pandémico (cuando justamente se observó un crecimiento exponencial de este tipo las plataformas), el Facebook de Zuckerberg acaparó una enorme proporción de esa gigantesca audiencia huérfana.

Finalmente, los diversos ‘Gran Hermano’ de otras partes del mundo oriental, tienen otros objetivos, en este caso ‘más filosóficos que materiales’. En octubre de 2020, las autoridades paquistaníes prohibieron temporalmente TikTok, alegando que la aplicación promueve contenidos inmorales. Por otro lado, los dirigentes talibanes de Afganistán prohibieron la aplicación en 2022, con el argumento de proteger a los jóvenes de “ser engañados”. Finalmente, Nepal anunció recientemente que va a prohibir la red social debido a los efectos negativos de esta aplicación en la “armonía” del país. La propia Ministra de Comunicaciones y Tecnología de la Información, Rekha Sharma, explicó que el gobierno tomó la decisión porque TikTok se utiliza de forma sistemática para compartir contenidos que “afectan las estructuras familiares y las relaciones sociales”. Gagan Thapa, dirigente del opositor Partido Congreso Nepalí, alzó la voz repudiando el hecho e indicando que “parece que el ejecutivo busca reprimir la libertad de expresión”. Un oxímoron inexistente en el actual mundo en que vivimos.

En definitiva, podemos resumir algunas cuestiones fundamentales. Control (¿justificado?), para estar a la altura de las circunstancias ante el avasallamiento de enemigos externos (¿o internos?). Lo único claro parece ser el objetivo final de las elites gubernamentales: poder seguir acumulando poder y riqueza en un mundo diversificado, complejo y agresivo, generando un temor hacia adentro que permita el hacer ‘más dóciles’ a unas masas necesitadas, justamente, de lo contrario: empoderarse, mejor su estatus socio-económico, tener mayores libertades para expresarse. Vivir mejor, se diría. En la actual dinámica de la coyuntura global, difícil. Y TikTok, cual plataforma de entretenimiento transnacional, conjuga, entremezcla y nos muestra demasiado de todo lo que existe. Y algo, quien dice, de lo que debemos cambiar.

Economista y Doctor en Relaciones Internacionales. Twitter: @KornblumPablo

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