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Opinión VOCES

La crianza emocional, en la mira

El apellido “emocional” ha tomado particular importancia en los últimos años en frases como inteligencia emocional, educación emocional, crianza emocional, gestión emocional. ¿Qué es eso, qué trae el adjetivo “emocional”, qué pone sobre la mesa la necesidad de abordarlo?

 Emilia María Alvarado Morales

Por Emilia María Alvarado Morales

Indudablemente, las reacciones a determinados eventos (emociones) sucedían. Los hombres se batían a duelo por el amor de una mujer, otros se iban con el orgullo herido. Otros escribían poemas con los que las personas se veían reflejadas y repetían los versos de otros que sí habían cruzado la línea de hablar de lo prohibido o reservado. A principios del siglo XX, Virginia Woolf se atrevió a decir: “Todos los extremos del sentimiento están aliados con la locura”.

Traer las emociones a la crianza ha sido un despertar diferente. Ponerle música al bebé mientras estaba en el vientre materno implicaba que el niño comenzaría a relajarse si el tipo de música era suave y llevadera o que los gritos y situaciones incómodas hacían que el niño se moviera más de la cuenta. Recordarle al niño que se lo ama antes de dejarlo en el jardín o en la escuela, no discutir delante de los pequeños, no usar colores en las paredes que alteren su estado de ánimo y otras advertencias llegaban desde esta nueva perspectiva. Cuidar la salud emocional de los hijos pasó a ser una tarea titánica. Desde entonces, muchos papás y mamás han recurrido a escuelas para padres, otros han elegido instituciones educativas donde particularmente se les enseña a los niños cómo lidiar con sus propias emociones.

¿Ha sido de utilidad este enfoque emocional puesto en las familias y en las escuelas? Depende.

Las emociones son parte constitutiva del ser humano junto al cuerpo y al lenguaje. Es decir, que no es posible mirar una de ellas, sin ver la interrelación entre los tres dominios.

¿Cuándo decimos que alguien es emocionalmente inteligente? Cuando reconoce en sí mismo el circuito del emocionar. ¿Cuándo aparece el disparador de la emoción, la emoción, el para qué de la misma? Esta respuesta va de la mano de la siguiente premisa: no lo podemos hacer en ausencia de la corporalidad y la palabra. Es interesante ver como algunas profesiones como el coaching ontológico trabajan los tres dominios básicos del ser humano al realizar una conversación.

¿Podemos evitar el enojo o la tristeza en estas situaciones? No, no podemos. Las emociones son reactivas, aparecen como reacción a algo que pasa o a un pensamiento que tuvimos por un instante. No las podemos evitar, aunque, una vez dentro de ellas, podemos activar algunas herramientas para volver a estar centrados y en capacidad de hacer algo más conveniente: respirar profundo, tomar un vaso de agua, aflojar manos y piernas, descontracturar la cara con algún movimiento de mandíbulas.

¿Será que las corrientes de pensamiento han instalado la idea que se puede educar emocionalmente a los niños fuera de su sistema familiar? Muchas veces son los mismos chicos los que llevan a sus hogares algunos de los aprendizajes. Así como no podemos trabajar las emociones fuera de la coherencia cuerpo-emoción y lenguaje, tampoco podemos trabajar con los menores y jóvenes de la familia sin la conexión con sus propios referentes adultos.

Morar en la emoción

Nadie tiene impedimentos en aceptar que nos podemos quedar todo el tiempo que queramos en la alegría, aunque pocos adultos aceptan que un niño se quiera quedar en su enojo, en su tristeza, en su asco o en su miedo. Alguna vez escuché “si seguís enojado encerráte en el baño hasta que se te pase” o “ya es tiempo que dejes de llorar, ya pasó”.

Esos mismos adultos suelen ser los que cuando están enojados bajan todos los santos del cielo y se quedan en su enojo todo el tiempo que quieren, agregando, además, otras historias que le recuerdan que necesitan estar más tiempo enojados. También puede pasar que no toleren que el niño quiera dormir con la luz prendida y, sin embargo, no se atreven a emprender o a ir de vacaciones porque sus miedos son más grandes que sus posibilidades.

¿Es suficiente la crianza emocional para generar niños que habiten el bienestar? Ciertamente no, no alcanza. Tal vez el enfoque debe estar movido a sostener nuestra humanidad, a cuidar al ser humano que vive en cada integrante de la familia. Preservar la integridad física y mental de los círculos de afecto más cercanos (incluye maestras, niñeras, vecinos y amigos), es una tarea que solo resulta en el amar, en el considerar al otro.

Mirar a las emociones desde dentro de nuestro cuerpo y desde el filo de nuestro lenguaje, habilitar todas las emociones y las palabras en el grupo familiar, ponerles nombre a nuestras sensaciones, compartir espacios de juego libre (de jugar por jugar), tener canciones e historias que trasciendan las generaciones…estos podrían ser aportes para una crianza amorosa, orientada a hacer que todos los miembros de la familia puedan ser vistos y reconocidos. La crianza amorosa debe también contener los límites que mantengan a resguardo la vida de los más vulnerables de la comunidad.

*Master Coach Ontológico. Vicepresidente segundo de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional.

CRIANZA VOCES

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