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Opinión

Los años locos

Los autores comparan el clima de los años 20 del siglo pasado con la reciente crisis del COVID.

Charleston, mujeres bailando con vestiditos cortos y flecos, multitudes riendo y bebiendo en bares clandestinos, son las imágenes que evocamos al pensar en la década del 20 del siglo pasado los llamaron: “los años locos” o “los felices 20”. Fue un período de gran prosperidad económica que experimentaron varias ciudades de EE. UU. durante la década de 1920: Nueva York, Chicago, Los Ángeles, y ciudades de otros países entre las que figuraron Buenos Aires, San Pablo, Ciudad de México, París y Berlín.

Quizás esta denominación que hace alusión a la pérdida de cordura sirvió para describir la década del 20 del siglo pasado y sería también adecuada para referirnos a estos años 20, los de nuestro siglo XXI, pero por otros motivos. Hace cien años el mundo -su clase dirigente, sus educadores, sus medios de comunicación y la mayoría de sus habitantes- tenía en claro muchas cosas que hoy no.

En ese tiempo, el común de la gente sabía cómo se conformaba una familia, la homosexualidad estaba vista como una desviación de la conducta sexual, el hombre era considerado el jefe de familia y máximo responsable de su manutención y protección, a la escuela se iba a instruirse y las agrupaciones políticas representaban cosmovisiones definidas propias de los socialistas, de los liberales o los conservadores. Con sus aciertos y sus errores, para la mayoría, las cosas eran más o menos nítidas.

Y decimos la inmensa mayoría de la gente, porque en grupos selectos de intelectuales se estaban preparando “nuestros años locos”. Un grupo de investigadores que adherían a las teorías de Hegel, Marx y Freud estaban constituyendo el Instituto de Investigación Social en Alemania, semilla de la denominada Escuela de Frankfurt. En 1922, en el discurso inaugural de la escuela, su primer director, Kurt Gerlach, afirmó que se investigarían “los efectos del cambio entre la infraestructura económica, y los factores político-jurídicos hasta las últimas bifurcaciones de la vida espiritual en la comunidad y la sociedad”. Es así como el escritor argentino Cristián Rodrigo Iturralde la describe como “el primer think tank multidisciplinario y realmente organizado del marxismo antidogmático”, “que ha sido determinante la influencia ejercida sobre los primeros triunfos de la Nueva Izquierda y del posmodernismo”. La Escuela creada en la década del 20 fue “el comienzo y la revolución cultural y de los “ismos” que hoy pretenden destruir los cimientos de la civilización occidental cristiana”, afirma el citado autor. Mientras la mayoría disfrutaba en la opulencia de los “felices 20”, en los centros de la intelectualidad se gestaban nuestros “años locos”.

Pasó un siglo. Y la década del 20, siglo XXI tiene un inicio inusual. Ciertas ideas contrarias a nuestra idiosincrasia que se venían desarrollando paulatinamente, tuvieron un acelerado impulso con la crisis del Covid. Los encierros y el miedo fueron los catalizadores de los grandes cambios que presenciamos y que se avecinan.

La idea de familia que se impone desde el poder político, mediático y también en el ámbito educativo, hoy se encuentra desmembrada; no tiene por qué componerse de un papá, una mamá e hijos, en su lugar se presentan varias opciones que hasta pueden incluir miembros no humanos. ¿qué es una familia? ¿qué es un varón? ¿qué es una mujer? Son preguntas que dejarían sin respuesta a más de uno, y otros no se atreverían a responder por miedo a ofender a alguien o a ser cancelado.

Lamentablemente muchas personas fueron aceptando las visiones impuestas, influidos por el mensaje hiperemotivo y por la vivencia de situaciones irregulares en sus propias familias o entre sus amigos.

El relativismo se vino imponiendo en varios órdenes de la vida y de esta manera la confusión sigue expandiéndose.

Por suerte existe todavía una mayoría silenciosa, que no aparece en los grandes medios, ni tampoco en posiciones de poder, pero que poco a poco está abandonando una actitud pasiva y de autocensura. Empieza a manifestarse contra toda esta locura utilizando medios alternativos, que cada vez son más visitados y desde los pocos tradicionales como este diario, que permiten expresarse con total libertad sobre estos temas que son considerados expresiones de sectores antiderechos o de ultraderecha, como suelen denominarnos a los que nos oponemos o pensamos algo que escapa a la “corrección política”.

El boom económico de los años 20, finalizó el 24 de octubre de 1929 con el llamado jueves negro que llevó a la gran depresión y a la crisis de los años 30.

La locura que nos toca hoy, tiene sus líneas orientadas por una agenda global que dirige sus metas a la próxima década.

Así como los que vivieron “los felices 20” no imaginaron lo que se elucubraba en las élites intelectuales, la inmensa mayoría de la gente no tiene conocimiento de la Agenda 2030, ni de los riesgos que implica.

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