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Opinión

Mueve la CGT, se paraliza el país

Un punto de inflexión marcado por la CGT en la política nacional
Mg. Rolando Muzzin

Por Mg. Rolando Muzzin

Es imposible ignorar, para quienes siguen de cerca la política argentina, el efecto de las acciones de la Confederación General del Trabajo (CGT), y su impacto, en el curso del gobierno de Javier Milei. La decisión de la Cámara Nacional del Trabajo, provocada por la intervención de esta central sindical, representó un revés significativo para las ambiciones reformistas del líder libertario. Además, el anuncio del paro general previsto para el 24 de enero se perfila como la manifestación de oposición más significativa en las primeras semanas de su mandato.

El llamado a la huelga no solo desafía la agenda gubernamental, sino que también socava la sostenibilidad del modelo económico propuesto por Milei. La gobernabilidad y la capacidad de implementar reformas son aspectos críticos para los agentes económicos de ese plan de gobierno. Frente a las medidas percibidas como un ataque a los derechos laborales, la resistencia de la CGT ha sido más contundente de lo que quizás anticipaban los círculos libertarios, afectando directamente los planes políticos y económicos. Generar confianza en el mercado requiere, indudablemente, considerar los intereses de los trabajadores.

A pesar de la creciente informalidad laboral y el declive de la era industrial, la CGT sigue ejerciendo una influencia considerable. La disminución en la relevancia de los trabajadores y sus organizaciones es un fenómeno global, no exclusivo de Argentina. Sin embargo, las centrales sindicales, especialmente la CGT, mantienen un papel fundamental en la dinámica política nacional. La estrategia de la CGT se desarrolla en dos frentes. El más evidente y crucial es su capacidad para organizar acciones directas; el paro del 24 de enero, por ejemplo, tiene un impacto tangible, resultado de la unidad y organización de los trabajadores. Este poder sindical se ve reforzado por el modelo argentino de un sindicato por sector, que contrasta con la multiplicidad de sindicatos por oficio del modelo europeo anterior a Perón. Esta estructura asegura mayor cohesión, por ende, una influencia más potente para defender los derechos de los trabajadores.

Argentina se destaca en la tasa de sindicalización a nivel mundial, con aproximadamente un 27% de los trabajadores registrados, aunque aún distante de los países nórdicos (el promedio de tasa de sindicalización entre los países nórdicos es aproximadamente del 65.36%). En América Latina, solo Uruguay supera a Argentina en este aspecto. Incluso en Estados Unidos, donde el presidente Joe Biden respalda el papel sindical en el fortalecimiento de la clase media, la tasa de sindicalización es apenas del 10%.

La importancia de la comunicación en la lucha sindical

La comunicación juega un papel fundamental en la lucha sindical, tanto a nivel global como en Argentina. Los sindicatos, regularmente, enfrentan desafíos en forma de campañas de desprestigio, muchas veces encubiertas bajo críticas a sus dirigentes. Estas estrategias tienen como objetivo minar la legitimidad de las organizaciones obreras y debilitar los derechos laborales conquistados.

En este contexto, la Confederación General del Trabajo (CGT) asume un papel vital no solo en la acción directa, sino también en el terreno de la opinión pública. Las acciones de los sindicatos son tan cruciales como la manera en que se comunican y cómo se perciben sus mensajes. El movimiento obrero no se limita a luchar en el ámbito laboral; busca activamente entablar un diálogo con la sociedad, convenciéndola de la validez y justicia de sus reivindicaciones. Por lo tanto, una comunicación efectiva se convierte en un complemento esencial de la acción sindical y política.

Cuando la CGT se moviliza, como ocurrirá en enero, su impacto pausa la rutina del país. En momentos así, es esencial que la central obrera no solo actúe, sino que también articule claramente a la sociedad la legitimidad y la necesidad de sus demandas. De lo contrario, corre el riesgo de quedar atrapada en la dinámica de comunicación impuesta por el gobierno de Milei, limitando así su capacidad de influencia y efectividad en la defensa de los derechos de los trabajadores.

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