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Opinión VOCES

Pensar, sentir, actuar: lo óseo, lo epidérmico, lo muscular

Esparcí estos conceptos por otros campos y me dije que tal como existen personas con una tendencia a estar más en la piel que en los músculos o en éstos más que en los huesos, y en consecuencia más epidérmicas que musculares o más musculares que óseas, probablemente podría extenderme a otras esferas.
Susana Kesselman

Por Susana Kesselman

Los profesionales que circulamos por disciplinas corporales, y en especial las que abordan la conciencia del cuerpo, tal el caso de la Eutonía por la que yo circulo, estamos compelidos a inventar conceptos, acontecimientos verbales, que den cuenta de la multiplicidad y singularidad de nuestro campo, asentado en la dilucidación de su objeto de estudio, a grandes rasgos: la vida en el cuerpo, en un cuerpo.

En esta búsqueda de conceptos, surgió “lo corporal” como un nivel de expresión de la conducta –concepto del doctor Enrique Pichon-Riviere-, quizás más un no-lugar que un lugar, un plano existencial sin territorio definido aunque podríamos ponerle algunos nombres –anatómico, mental, comunicacional, espiritual, social, planetario…- y la idea de un desglose de ese “corporal”, según ciertas características de los tejidos que lo componen.

Se me impusieron conceptos que aludían a los distintos tejidos corporales y su asociación con las conductas, y viceversa, conductas que me parecieron asimilables a esos tejidos corporales. De este modo, nombré lo epidérmico, lo óseo, lo muscular, lo visceral, pensando en modos de sentir, de afectarse, de pensarse, de ser, de hacer, de comportarse, de sostenerse en el mundo.

Esparcí estos conceptos por otros campos y me dije que tal como existen personas con una tendencia a estar más en la piel que en los músculos o en éstos más que en los huesos, y en consecuencia más epidérmicas que musculares o más musculares que óseas, probablemente podría extenderme a otras esferas. Me topé con la literatura, con algunos libros que fueron significantivos para mí.

Por dar un par ejemplos de libros epidérmicos que están en este momento sobre mi escritorio: el libro de Roland Barthes “Fragmentos de un discurso amoroso”.

Tiene un lenguaje que predispone mi sensibilidad, sus palabras me tocan, me presionan, me erizan, me duelen y entonces me digo con seriedad que las palabras de Barthes están activando mis nervios epidérmicos que ahora están más en la superficie que en la profundidad… Lo mismo “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust, un libro que huele, que se saborea. ¿Y estas líneas de “El libro del desasosiego” de Fernando Pessoa. “Soy una placa fotográfica extremadamente sensible. El mundo exterior para mí es siempre una sensación”?

Libros musculares serían los de aventuras, los de detectives, por dar algunos ejemplos obvios. Libro con muchos adjetivos y adverbios, con verbos de acción. ¿En qué estante pondría “Las mil y una noches”?

Libros óseos serían tal vez los que nos producen reflexiones existenciales, del tipo de los de Kundera, Sartre o Sandor Marai.

Libros con más sustantivos que adjetivos, a los que no se les podría quitar ni añadir palabra alguna, en los que se descubre la solidez y nitidez del hueso. Lo experimenté con el libro de “La eutonía” de Gerda Alexander, o con libros muy distintos como Moby Dick, con algunos cuentos de Carver.

Libros que inspiraron a mis huesos a buscar a nuevas organizaciones posturales.

También películas. Para mi sensibilidad algunas películas predominantemente epidérmicas fueron “La lección de piano” y “Cautivos del amor”, por dar una pequeña muestra. Tal vez el lector pueda enunciar las propias.

Películas musculares serían las que mueven a la acción. Pienso en aquéllas del tipo de las “road movie” –de carreteras-, podría ser “Thelma y Louise”, películas de fugas de encierros varios –cárceles, vínculos-, en fin, películas que ponen en alerta los músculos, que inquietan las piernas, los pies, y otras zonas del cuerpo.

Cuando pienso en películas óseas me surgen las de Bergman, no todas. “Cuando huye el día” (“Fresas salvajes”), llena de recuerdos de infancia en el viaje hacia el final de una etapa de la vida, se acerca más a lo epidérmico, también a lo visceral –un estado del que sólo hice mención-, pero nada más óseo que “El séptimo sello”, cuyo núcleo está en la partida de ajedrez que un cruzado juega con la muerte,

Por supuesto todas las películas tienen un poco de todos estos estares, pero el predominio de algunos me inclina a valorar unos sobre otros, teniendo en cuenta mi singular manera de considerar estos temas.

*Eutonista, psicodramatista y psicóloga social

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