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Opinión

Turismo de bajo impacto, herramienta de doble filo si no se cuidan los destinos

Todavía el gran volumen de turistas no repara en el impacto que genera en un destino. Allí toma protagonismo el mensaje de las nuevas generaciones.
Diego Coll Benegas

Por Diego Coll Benegas

Entendemos al turismo de bajo impacto como una respuesta lógica, inteligente y empática ante el boom del turismo masivo en el mundo. No hay dudas sobre los beneficios económicos, el desarrollo, la creación de empleo y las puertas que abre el turismo para el crecimiento sostenido. Al mismo tiempo este sector tan pujante, que da cuenta de su potencialidad a diario, puede ser una herramienta de doble filo si no se cuidan los destinos que hoy son parte de ese boom.

Es importante entender que la actividad turística, nos guste o no, tiene un impacto que muchas veces afecta al medio ambiente, la sociedad y la cultura de los diferentes lugares. Pero el hecho de ser conscientes de este impacto nos ayuda a generar nuevos lineamientos, para asegurar su existencia como industria en el largo plazo.

Conceptualmente, el turismo de bajo impacto pone el foco en la valoración y gestión sustentable en relación al medio ambiente, el patrimonio cultural, arquitectónico y social de un destino, pero es aún más amplio. Surgen en la búsqueda por reducir el impacto negativo nuevas posibilidades y formas de pensar, que abren paso a un modelo más equilibrado.

Nuevos jugadores

Las nuevas generaciones de jóvenes de menos de 35 años hoy lideran, en muchos mercados, el rango etario de consumo turístico global. Esas nuevas generaciones, hiper conectadas, consumen turismo de la misma forma en la viven. Y el cuidado del medio ambiente, el interés por otras culturas, el respeto al otro ya es parte de su filosofía de vida. Se interesan por la naturaleza, y tienen una relación de mucho respeto, ya que en general viven en grandes urbes, y consumir naturaleza es vital. Tienen hábitos saludables, quieren saber sobre la huella de carbono de un determinado viaje o servicio, y consumen lo que el lugar que visitan les propone, ya que la aventura del conocer es parte de su forma de vida. Las costumbres del lugar los atrapa, quieren entender y compartir lo local.

La globalización, que para muchas cosas fue positiva, en muchos casos generó hábitos de consumo que para estas generaciones resultan, como mínimo, extraños. Nadie espera en medio de la Puna tomar cerveza alemana, belga o consumir agua mineral francesa. Antes, eso era sinónimo de calidad. Hoy, quienes pretenden disfrutar del mundo viajando quieren saber y consumir destino, lo que permite desarrollar y potenciar la cultura local y reducir el impacto en el traslado innecesario de productos.

Esta generación controla el consumo eléctrico, priman los servicios públicos para traslado, hace uso racional del agua, consume productos reciclables y exige que los prestadores lo hagan también. Obviamente ésta es gran parte de la solución para bajar el impacto negativo del turismo en el mundo: un consumidor consciente de la necesidad de cuidar el planeta, va a crear prestadores con esa visión.

Propuestas alternativas

Un sector pequeño pero muy pujante de la industria ya comprendió las nuevas tendencias. Así, aparecen agencias y operadores con el foco puesto en el impacto, ofreciendo servicios y destinos acordes. La idea de redescubrir los Parques Nacionales, la vida en la naturaleza, no privilegiar las grandes ciudades, o hacer combos equilibrados entre urbe y campo, es parte de lo que ofrecen. Aparecen los “formatos B” de hacer negocios y relaciones, en vista de generar un círculo virtuoso que fortalezca la economía circular. Aparecen nuevamente los campings, ya no sólo para mochileros, sino como forma de vivir lo natural. Se suman los glampings, en el mismo sentido pero con más confort. La casa rodante, el motorhome, llevan las estadías de alojamientos de lo tradicional a lo alternativo. Y esa cultura, de vivir con austeridad, en comunión con lo natural, está creando nuevos conceptos urbanísticos y arquitectónicos al momento de pensar en la hotelería, los circuitos y los destinos.

Cómo trabajar prestadores, destinos y turistas

Todavía el gran volumen de turistas no repara en el impacto que genera en un destino, tanto positivo como negativo. En ese marco, resulta más simple poder transmitir esos nuevos conceptos desde los ámbitos más pequeños, esos lugares que están en crecimiento, donde -por un tema de volumen y oportunidad de nuevos negocios- pueden unirse y proponer, entre públicos y privados, nuevas opciones.

Resaltar lo local, la gastronomía o sus artesanías, por sobre propuestas que son ajenas, son acciones sencillas de implementar en estos lugares. En Península Valdés, la cena no debería ser un tomahawk, así como servir rabas en Mendoza no tiene sentido. Si voy a Cafayate, tomo y ofrezco vinos salteños; y lo mismo las artesanías, que en muchos casos parecen haberse industrializado, vendiendo lo mismo en Córdoba que en Jujuy. Seguir con ese formato es demasiado cortoplacista.

Cada lugar con lo propio y desarrollado por los locales. Todo esto, que hoy parece un detalle, es lo que hace al fortalecimiento de destinos sostenibles. Es cuestión de tiempo y de conciencia. Aquellos que entiendan el mensaje de las nuevas generaciones, serán exitosos. Los demás, tendrán pan para hoy y hambre para mañana.

*Especialista en Management Hotelero y Hospitality Entrepreneur

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