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Neurociencias y salud mental: ¿Qué pesa más en nuestra salud mental: la genética o la experiencia?

La neurociencia demuestra que nuestro cerebro no está escrito en piedra, sino que se moldea con cada vivencia. Esa plasticidad explica por qué cada mente es única y por qué entenderla es clave para cuidar la salud mental.
Lic. Gloria Inés Fernández

Por Lic. Gloria Inés Fernández

¿Cómo Ayuda la Neurociencia a Mejorar la Salud Mental?

Uno de los mayores retos en salud mental es entender y tratar los trastornos de manera precisa. Las herramientas de neurociencia, como la resonancia magnética funcional y los biomarcadores (señales biológicas medibles en el cerebro), están cambiando el juego. La resonancia magnética funcional (FMRI), por ejemplo, permite a los profesionales “ver” qué partes del cerebro se activan en ciertos estados emocionales.

Estas técnicas ayudan a ver patrones únicos de actividad cerebral en condiciones como la ansiedad y la depresión, facilitando diagnósticos más específicos y tratamientos personalizados.

La inteligencia artificial también está apoyando esta revolución, analizando datos neuronales para identificar patrones que ayuden a predecir cómo podría responder un paciente a ciertos tratamientos. Gracias a estos avances, los profesionales pueden ofrecer a cada paciente un enfoque realmente adaptado a sus necesidades, con tratamientos específicos que maximizan los resultados.

“Ningún hombre es una isla”, Sucede que el cerebro humano se gesta, se desarrolla y se expresa (e incluso se daña) en entornos sociales.Para comprender nuestra mente, debemos estudiar la interacción entre aspectos biológicos, cognitivos e interpersonales. En los últimos 20 años ha surgido una nueva aproximación, llamada neurociencia afectiva, social y cognitiva, que redefinió el estudio de los procesos mentales.

LA MENTE Y EL CONTEXTO INTERPERSONAL, AFECTIVO Y CULTURAL

La interdependencia entre factores biológicos y sociales es evidente en investigaciones sobre cuadros clínicos. Por ejemplo, la depresión (aquellos sentimientos exacerbados de tristeza, desesperanza y perdida de interés que impactan de forma negativa y significativa en la vida cotidiana de quien los padece) puede estar vinculada a varios procesos, entre ellos:

• Químicos: por ejemplo, los cambios en ciertos neurotransmisores serotoninérgicos pueden producir depresión.

• Psicológicos: por ejemplo, una actitud pesimista continua, acompañada de pensamientos negativos recurrentes, pueden facilitar la depresión.

• Sociales, que resultan aún más interesantes: en situaciones de aislamiento social, la soledad real o percibida (cuando una persona está rodeada de gente, pero se siente sola y se percibe sin vínculos) puede modificar la expresión de genes inflamatorios, una de las primeras respuestas del sistema inmune. Esto duplica las probabilidades de desarrollar demencia y enfermedades cardíacas, e incluso aumenta el riesgo de muerte. Múltiples estudios científicos recientes de la neurociencia social han revelado cómo las interacciones sociales insalubres, no basadas en la confianza, pueden aumentar el riesgo de desarrollar depresión y otros cuadros psiquiátricos.

LAS NEUROCIENCIAS Y LA SALUD

Ahora bien, ¿cómo han de integrarse los conocimientos sociales y neurocientíficos para contribuir a cuestiones tan apremiantes como la pobreza, la desigualdad socioeconómica, la salud y el bienestar? Un ejemplo de esta integración proviene de estudios que han mostrado cómo la privación social temprana (como la que sufren los niños institucionalizados) produce un severo retraso madurativo de la corteza frontal y otras regiones cerebrales; así como múltiples déficits cognitivos (tales como el nivel intelectual y la capacidad de abstracción, por mencionar algunos) y socioemocionales (capacidad de reconocer e interpretar emociones, dificultad para entender las intenciones de los otros, y desadaptación social, entre otros).

DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES PARA LOS PROFESIONALES DE HOY

Aunque la neurociencia aporta muchos beneficios, también trae desafíos. Para los profesionales, mantenerse al día con las nuevas tecnologías y metodologías no siempre es fácil. Pero las recompensas son significativas: al integrar estos conocimientos en su práctica, los especialistas pueden ofrecer tratamientos más precisos y efectivos, lo que a su vez refuerza su rol como líderes en el cuidado de la salud mental.

Otro aspecto importante es el manejo ético de los datos, especialmente cuando se trata de información genética o neuronal. Al trabajar junto con neurólogos, genetistas y otros expertos, los especialistas en salud mental pueden aplicar estos conocimientos de forma segura y responsable.

La neurociencia no solo estudia conexiones neuronales: estudia lo que nos hace humanos. Al integrar lo biológico, lo psicológico y lo social, nos recuerda que la salud mental se construye en comunidad. Y en esa unión entre ciencia y sociedad se abre el verdadero futuro del bienestar.

LA AUTORA

PSICOPEDAGOGA M.P.130. INTEGRANTE DEL EQUIPO CENTRAL PROGRAMA CRECER SANOS. DOCENTE UNIVERSITARIA.

SALUD SALUD MENTAL NEUROCIENCIA
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