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Opinión HISTORIA

Canta, ¡oh Musa!, la gloria del Gran Capitán

Nació en Yapeyú en 1778, pero volvió a nacer para su Patria en 1812, cuando ya era teniente coronel de caballería y se disponía a luchar por la independencia.

Hace 245 años, un 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, tierras de las Misiones (como solían nombrarse entonces), adonde su padre, el Capitán D. Juan de San Martín, ejercía el cargo de gobernador, nació nuestro Padre de la Patria. No es presuntuoso afirmar que si hubiese nacido en tiempos de Homero, y el poeta griego hubría tenido un protagonista más noble que Aquiles y más “fecundo en ardides’’ que el mismo Ulises. “Canta, ¡oh Musa!, la gloria del Gran Capitán’’.­

Entre las mejores maneras de referirnos a San Martin, está la de Gran Capitán. Porque capitán, viene del latín caput o sea el que está a la cabeza. Está arriba y al frente para guiar con su ejemplo, lucidez y coraje.

Muy joven es llevado a Buenos Aires, y se traslada con su familia a España. Cuando aún no había cumplido doce años, sentó plaza de cadete en el Regimiento de Murcia. Asciende a subteniente cuando cumple los quince años. Sirve inicialmente en Africa, en la guerra contra los moros. Pasa posteriormente a Orán, donde asiste al famoso sitio de esta fortaleza. Posteriormente presta servicios en 1793 en la campaña del Rosellon contra Francia. Luego de atravesar los Pirineos, participó, agregado, a una compañía de Cazadores, en varias acciones arriesgadas y heroicas en suelo francés, que quedaron destacadas en su foja de servicios o en los apuntes de sus superiores. Toma parte en las batallas de Masden y de Trouilles. Asciende hasta el grado de teniente segundo. Toma parte en 1801 en la campaña de Portugal, interviniendo en el sitio de Olivenza. Posteriormente interviene con su antiguo regimiento en los bloqueos de Gibraltar y de Ceuta. Marcha en 1807 a la campaña de Portugal con el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor. En 1809 asciende al grado de ayudante primero, y es incorporado al ejército del general Castaño, que combatía contra los franceses. En esa campaña se distingue en Arjonilla, ascendido a capitán por mérito de guerra pasando a revistar en el Regimiento de Caballería de Borbón, con el que combate en Bailén.­

Curtido por mil batallas decidió volver a su tierra. En una historia que ya todos conocemos.­

Dos nacimientos

­Como decíamos en La Prensa el 16 de agosto de 2021, San Martin tuvo dos nacimientos. “Nació en Yapeyú en 1778, pero volvió a nacer para su Patria en 1812, cuando ya era teniente coronel de caballería y se disponía a luchar por la independencia. Y renació con sus triunfos y volvió a renacer como Protector del Perú’’.­

Y fueron varias sus muertes, siempre rodeado por la incomprensión y la envidia de muchos de sus compatriotas. O, peor, del olvido.­

Así, murió por primera vez para la Patria cuando partió en exilio voluntario, forzado por sus enemigos internos, en 1824. Y volvió a morir unos pocos años después, en 1829, cuando su frustrado regreso lo devolvió otra vez a Europa. Y nuevamente murió un 17 de agosto. Añorando volver a su tierra, exiliado.­

Pero con esas muertes nacía también el arquetipo, más durable que sus hazañas y su entrega. Y vive todavía en nuestros corazones de soldados patriotas quienes debemos conocer y saborear la figura del Libertador.

Y para imitarlo, la única forma es estudiando su vida a fondo, porque no se ama lo que no se conoce.

Con la esperanza de que el aporte llegue a ser capilar y significativo para toda nuestra Patria, con el tiempo, debemos formarnos en los valores y espíritu Sanmartiniano.­

Con esta intención el Instituto ELEVAN presenta la Diplomatura en Liderazgo Sanmartiniano, porque al abordar los problemas de la sociedad contemporánea, una carencia frecuente en nuestros días es prescindir de los datos, enseñanzas y experiencias que brinda la Historia. Si bien estos no determinan el presente y el futuro, lo condicionan, aportando luz sobre la naturaleza de nuestras comunidades y ofreciendo paradigmas que permiten motivar y desarrollar la idiosincrasia de una sociedad, permitiendo el estudio de casos y fomentando el uso del sentido crítico.­

Por ello, el propósito de la Diplomatura Liderazgo Sanmartiniano para el Siglo XXI es promover la reflexión sobre las problemáticas actuales que enfrenta un dirigente en diferentes ámbitos a la luz de los conocimientos históricos basados en la figura del Libertador General José de San Martín, como paradigma de gestión, liderazgo y conducción.­

El liderazgo

­En primera instancia destacamos las cualidades intelectuales del Libertador, que se inician con el desarrollo y conocimiento acabado de la ciencia militar. El factor conocimiento como atributo esencial para el mando en la actualidad, impone al líder estar capacitado en los menesteres de la guerra moderna y en los aspectos que conduzcan a afirmar una evidencia en el momento que pueda influir positivamente en la solución de un problema militar. Esto también es extensivo a otras áreas del quehacer humano: gobierno, empresa etc.

No estaba ausente en San Martin otra cualidad muy ligada y poco frecuente: el sentido común, al que se ha llamado “el menos común de los sentidos’’.

Sobradamente demostró contar con gran imaginación y sabiduría para prever e interpretar las acciones del enemigo en combate y durante la preparación e instrucción las utilizar para renovar y mejorar constantemente con los medios que disponen, para imprimir un carácter realista y dinámico a su actividad.

En la soledad del mando, en la lucha y en las situaciones de decisión, nos confirmó tener más pálpito que cálculo, ya que no será hora de preguntar, como decía Martín Fierro “cuantos son , ¡sino, que vayan saliendo!’’.

Si la causa es justa y noble, allí emprende el verdadero líder el combate sin cálculos de interés personal. Fue clara su voluntad férrea de actuar, de rechazar la inacción que debilita el cuerpo y el espíritu; buscó el objetivo deseado sin tomarse respiro hasta alcanzarlo; luchó contra la rutina y mantuvo en constante actividad a sus subordinados, buscando conocerlos a fondo, comprenderlos, e inculcarles las virtudes tradicionales de obediencia, disciplina, espíritu de cuerpo y excelencia.­

Fortaleza

Buscó el mando personalizado y genuino, ya que sabía que el subalterno captará la superficialidad cuando el líder no actúe convencido. En orden a las virtudes morales que San Martin supo cultivar, debemos mencionar que en nuestro líder militar una virtud cardinal muy característica: la fortaleza. De ella se derivaron una serie de virtudes que no podían estar ausentes, como son la disciplina, el valor, la energía, la responsabilidad y la obediencia.

La fortaleza de carácter hizo brillar al Gran Capitán. La altivez contra el servilismo, la grandeza contra la mezquindad , el enojo contra la timidez o la cobardía, la magnanimidad contra la pusilanimidad, buscando consolidar una unidad de corazón, inteligencia y voluntad.

El culto al honor que inculcó San Martin será el norte del líder militar argentino. La prudencia le indicó actuar en orden al fin. Se extendió al resto de las virtudes morales señalándoles el justo medio para no pecar ni por exceso ni por defecto. Es la aplicación del principio general a cada caso particular y contingente. La justicia inclinó al Libertador a dar a cada uno lo que le pertenece estrictamente. Ligada íntimamente a la ecuanimidad, la templanza tiende a que el líder no se aparte de la razón y de la disposición generosa al servicio por cuestiones de orden material o egoísta, la virtud del patriotismo sella en el corazón del Líder la genuina nobleza de lanzarse abnegadamente al servicio de su Patria, aun cuando por ello su vida trunca en el combate. Cuando el líder la posee, la contagia y difunde a su alrededor.

Guerrero cristiano

Coronando la característica y virtudes del Grl. José de San Martin hallamos la presencia de los valores militares heredados de las más puras y auténticas tradiciones del guerrero cristiano. Valores y virtudes como la fe que Dios nos infunde en el entendimiento por la que asentimos a las virtudes divinas apoyadas en el testimonio o autoridad del mismo Dios. El líder con fe en el Señor y esperanza obrando de acuerdo a las rectas intenciones, llevará a sus hombres a la lucha convencidos, abnegados, obedientes y motivados por saberse en la verdad.­

En el convencimiento de que “la historia es maestra de vida’’, estudiamos la vida y obra de nuestro máximo prócer no para centrarnos en el pasado, sino porque nos preocupa el presente y el futuro de la Patria. Y así seguimos las enseñanzas de un gran sanmartiniano que nos marcó el camino, nos referimos al Mayor (RE) del Ejército Argentino José Conrado Antonioni (Fallecido en 2022), porque de los muchos estudiosos del Padre de la Patria fue quizás el que mejor supo penetrar en su corazón. Encendía el fervor de sus alumnos de tal manera que hacía que su legado fuese siempre vivo, siempre actual.

San Martín está allí presente, para mostrarnos que el camino de la recuperación pasa solamente por los valores y la ética. Repasar su vida es todo un manual de operaciones y gestión. Y, hoy podemos repetir las enseñanzas de Antonioni: “Hay que luchar para poner en el alma de los argentinos el ejemplo vivo del Libertador’’.­

El castigo del padre Zapata

­Para recordar a ambos, una nota de color, poco conocida. De la infinidad de anécdotas que se manejan en torno al Libertador, temerario resultaría suscribir la mayoría de ellas, ya que suelen ser producto de tradiciones orales no siempre fieles y en general de hechos indocumentados. Pero una, a pesar de conocida, vale la pena traerla al recuerdo, y ratifica por vía de este ejemplo el penetrante sentido del humor del General San Martin, y de su veracidad dan fe tres fuentes distintas sin conexión directa ni simultánea: Gerónimo Espejo, Domingo Faustino Sarmiento y Ricardo Palma.­

También esta historia la escuché varias veces de José Conrado Antonioni. Mayor (RE), mi camarada y sanmartiniano fiel.­

La anécdota es aquella del padre Zapata, el sacerdote que cuando el Libertador se hallaba en Cuyo aprestándose a lanzarse sobre Chile para liberarla de los realistas, aprovechaba desde su púlpito para derramar encendidas arengas contra él. Lo comparaba con Martin Lutero, y en el afán de buscar nuevas coincidencias el famoso cismático del siglo XVI, pedía a sus feligreses que lo llamaran Martin a secas, omitiéndole la partícula apocopada. El Libertador se enteró de estas críticas.­

Cuando San Martin ingresó triunfante en Santiago, a los pocos días lo hizo llamar. Con los ojos llameantes -ha contado el general Espejo- el vencedor de Chacabuco y Maipú lo apostrofó severamente por haberle cortado el apellido. Y profirió su castigo: el cura que se llamaba Zapata en lo sucesivo debía retirarse la primera sílaba. “Lo fusilo si alguien le da su antiguo apellido’’, señaló con gesto terrible el Libertador. Desde luego, el sacerdote salió aterrado, pidiendo que en lo sucesivo lo llamaran padre Pata y no padre Zapata.­

Es de imaginar la comicidad que habrá causado a San Martin la situación creada por él con tan pícara calidad.­

El sentido del humor -cuando éste se halla dosificado y no presenta características de crueldad, según suele ocurrir con otros personajes de la historia- demuestra, como es el caso del Libertador una personalidad equilibrada.­

Cerrando nuestro homenaje no dudamos en decir que más allá de su gesta libertadora, San Martín es una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad nacional.­

El autor es Cnl My (R) - Director del Instituto ELEVAN.­

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