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Opinión SOCIEDAD

Mayo, mes del idish

Las masacres nazis le dieron al idish un golpe mortal, del cual nunca se pudo recuperar. De las 6 millones de víctimas del horror nazi-fascista, una gran parte –quizás la mayoría- era idishparlante.

Podría decirse, sin temor a incurrir en algún error, que, para la judeidad, el mes de mayo es el mes del idish (ídish, yidis o yiddish, entre otras formas). En agosto de 1908, los asistentes al Congreso de Chernovits (*), la mayoría de ellos antropólogos, escritores, poetas, docentes, periodistas y otros intelectuales, acordaron que el idish era una de las lenguas del pueblo judío, con igual condición que cualquiera de las demás.

Hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la sociedad judía de Europa centro-oriental (actuales Rusia, Polonia, Lituania, Besarabia y Rumania), era poco conocida hacia su interior; no tenía territorio definido, ni Estado, ni ejército, ni moneda, pero sí lengua. Lejos de ser monolítica y homogénea, como algunos pretendían (pretenden) presentarla, esa sociedad era vivaz, dinámica y estaba atravesada por una serie de múltiples contradicciones -políticas, ideológicas, religiosas, sociales-, que expresaban, ni más ni menos, las batallas que se libraban en su seno.

Allí convivían los iluministas de la Háskala (herederos de la Ilustración), con ateos (opuestos vigorosamente al rabinato tradicionalista y vinculados a los movimientos revolucionarios), sionistas (impulsores del “retorno” a Palestina, la “Tierra prometida”), religiosos ortodoxos y otras corrientes más. Era la etapa en que la sociedad señorial, de amos y señores aristócratas por un lado y siervos y humildes trabajadores por otro, recibía –no sin sorpresa- el aluvión de capitalismo e iniciaba un proceso de descomposición y de ruptura indetenible. En ese contexto, el idish comienza a tomar otra estatura y energía.

Por aquellos días, ese idish era la lengua que utilizaba el pueblo en su vida cotidiana. Era el que se manejaba en la feria y el taller, en la casa y la calle, para la conversación hogareña, los panfletos y la agitación, las transacciones; se cantaba e insultaba en ídish. Frente a sectores tradicionalistas y sionistas que pretendían establecer al hebreo como la “lengua oficial” de los judíos, las corrientes simpatizantes de las izquierdas y no conservadores señalaban al idish con esa denominación. Hebraístas e idishistas se enfrentaban en respuesta a una nueva situación política y social por la cual la identidad religiosa comenzaba a declinar y los desafíos de la integración a los estados modernos en Europa demandaban definiciones políticas profundas.

Finalmente, en el referido Congreso se encontró una fórmula satisfactoria que permitió el acuerdo: se definía al ídish como “una lengua judía etnonacional”, o sea una de las lenguas que hablaba el pueblo judío. Allí estuvieron presentes personalidades de la talla de Isaac León Peretz (I.L. Peretz), Nathan Birnbaum, Avram Reisn, Jaim Zhitlovsky, Scholem Ash y muchas otras más, aunque lamentablemente tanto Méndele Moijer Sforim como Scholem Aleijem no pudieron participar, por estar enfermo el segundo y lejos el primero.

¿Y por qué decimos que mayo es el mes del idish? Porque durante este mes se conmemoran fechas muy significativas de dos de los más grandes cultores de esa lengua. Si Méndele Moijer Sforim fue el “abuelo” de la literatura moderna en idish, I.L. Peretz fue el “padre” y Scholem Aleijem el “hijo”. Justamente, Aleijem falleció el 13 de mayo de 1916 y Peretz había nacido el 18 de mayo de 1852. Estos tres autores dieron al idish un vuelo y una magnitud que no tenían, llevándola al alcance de los sectores populares y a niveles desconocidos fuera de las comunidades judías, tanto en forma como en contenido, abordando cuestiones que iban por afuera –y muy lejos- de la religión.

Aleijem inmortalizó con ternura y una sonrisa en su mítico shtetl (aldea) de Kasrílevke la vida pobre de los judíos pobres y alegres, siempre esperanzados en una vida mejor. Su obra narra la existencia de esas pequeñas personas con ambiciones pequeñas, siempre hostigadas por la maquinaria zarista. Escribió en ruso y en hebreo, pero la fuerza de esas palabras que se hablaban en aquellas aldeas, que se respiraba en su Kasrílevke se le impuso, y el idish fue el idioma de su vida y de su obra. Fue por entonces que adoptó su seudónimo, Scholem Aleijem (su nombre de nacimiento era Sholem Yakov Nojúmovich Rabinóvich), que no era otra cosa que el saludo con el que la gente intercambiaba al encontrarse: “la paz sea contigo”.

I.L. Peretz escribió en idish, ruso y polaco. Sus trabajos están imbuidos del espíritu de la ilustración y de emancipación social y cultural. Llenos de ternura, vida y del legendario humos judío, son imprescindibles para la memoria y la justicia. Escribió poemas, obras de teatro, artículos periodísticos, cuentos destinados a la niñez, las mujeres, los trabajadores, o sea los postergados. Escribió para los humildes.

Las masacres nazis le dieron al idish un golpe mortal, del cual nunca se pudo recuperar. De las 6 millones de víctimas del horror nazi-fascista, una gran parte –quizás la mayoría- era idishparlante. Si se piensa que en aquel momento las colectividades judías del mundo sumaban unos 12 a 15 millones de personas, se puede entender el porqué de esta verdadera catástrofe humana y lingüística. A ello hay que sumarle otros componentes, como por ejemplo: a) La emigración a América, donde las linguas francas fueron el español –en sus diversas variantes-, el inglés, el portugués o el francés, mientras el idish quedó recluido a unos pocos integrantes de las primeras generaciones de migrantes; b) la resolución del Estado de Israel de utilizar el hebreo como lengua nacional, de modo de unificar a la población.

En cuanto a este último punto, es preciso recordar que además de los nativos, declarada su Independencia, a Israel arribaron miles de europeos centro-orientales, pero también miles de árabes africanos del Mediterráneo –en especial marroquíes y argelinos-, como también yemenitas e iraquíes, que hablaban ladino u otras lenguas. En todo ese periplo del idish –corto, potente, dulce, interminable- sin duda que tanto I.L. Peretz (que le da nombre a nuestra institución) como Scholem Aleijem han sido dos columnas maestras, imposibles de olvidar.

(*) Ciudad del suroeste de Ucrania que perteneció al imperio ruso y cuya denominación en ucraniano es Chernivetsi. Chernovits es la castellanización de Tshernovits, su nombre en idish.

Publicado en el diario El Litoral, Santa Fe

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