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Opinión HISTORIA

Un banquete memorable en Santiago de Chile y la risa de San Martín

El autor cuenta el episodio de un banquete en el que José Ignacio Zenteno, ministro de Guerra del país trasandino, llegó a decir que “no había chileno que fuese digno siquiera de limpiar el fusil de un soldado argentino”.
Roberto L. Elissalde

Por Roberto L. Elissalde

A fines de 1831 se publicaba en Londres un libro titulado “Campaings and cruises in Venezuela and New Grenada; and the Pacific Ocean 1817-1830…” La edición en tres volúmenes no tenía el nombre del autor y los esfuerzos por saberlo a través de esas páginas resultaron infructuosos.

El historiador chileno José Toribio Medina que como poco conocía de papeles y libros antiguos, afirma que el libro fue traducido al francés por Alfonse Viollet, aunque se abstuvo de poner su nombre y también guardó “silencio respecto a quien perteneciera la obra que divulgaba en Francia”.

Medina estudioso y obstinado fue buscando los secretos que podían esconderse entre líneas y después de descartar a algunos personajes, llegó a la conclusión que el autor fue el capitán de la infantería de marina Ricardo Longeville Vowell.

Hace un siglo don José Toribio dio a conocer el libro con el título: “Memorias de un oficial de marina inglés al servicio de Chile”, con el sello de la Imprenta Universitaria en la calle Estado, 63 de Santiago.

Como bien lo señala en el prólogo el autor “era un hombre acucioso y observador” que “junto con historiar sucesos militares y políticos de la más alta trascendencia, ha penetrado a fondo en nuestras costumbres nacionales de aquel tiempo, hasta hacerse eco de las tonadas favoritas del pueblo” por lo que la obra revestía particular interés para los chilenos. Testigo o receptor directo de esas tradiciones Longeville Vowell logró que sus relatos tan bien hilvanados se lean como la más entretenida de las novelas”.

San Martin

En su tiempo José Luis Busaniche publicó un volumen titulado “San Martín visto por sus contemporáneos”, es una obra abierta siempre a nuevos aportes como este episodio que vivió el Libertador y que se conoce por estas memorias.

Fue su protagonista el general chileno Ramón Freire: “oriundo de la provincia de Concepción. Era de estatura algo superior a la mediana, y aunque con tendencia a la obesidad, notablemente activo en cualquier tarea. Su complexión era sanguínea, ojos de color gris, pelo oscuro y crespo, y en conjunto semejaba un aldeano inglés alegre y de buen humor. Era famoso por haber ganado varias acciones contra los españoles y los indios araucanos, merced sólo a su arrojo personal al guiar la caballería en cargas sucesivas desesperadas, pero, aunque coronel de primera clase, no pasaba de ser un mediano general. Compensaba casi por entero sus deficiencias como militar de tacto y experiencia por el acendrado amor que profesaba a su patria. Entre las varias anécdotas que corrían en Chile respecto a su patriotismo se dice que en una ocasión manifestó su indignación hacia un detractor de la madre patria en una manera harto enérgica, muy ajena a la índole tranquila de su genio”.

Parece que el general O´Higgins dio un magnífico banquete en su palacio en Santiago en honor del general San Martín, celebrando las acciones de Chacabuco y Maipú, en las que el ilustre chileno reconoció que “su intervención había sido en gran manera decisiva”. Uno de los invitados a la mesa era don José Ignacio Zenteno, natural de Chile a quien el inglés calificó como “criollo del todo insignificante, pero muy intruso que acababa de ser ascendido del humilde empleo de escribano al cargo de ministro de guerra”.

Seguramente en esos banquetes llenos de brindis, algunos vapores subieron a la cabeza de Zenteno, quien según el testigo presencial “en el calor de un florido elogio que iba pronunciando en honor del festejado y su ejército, llegó a decir que no había chileno que fuese digno siquiera de limpiar el fusil de un soldado argentino”.

Es de imaginar cómo se habrá cortado el aire en ese momento, Freire “había escuchado con el aire taciturno que acostumbraba hasta el final del indiscreto e inoportuno panegírico en silencio reconcentrado pero con evidentes muestras de inquietud y disgusto”.

Pero el final ,“le sacó completamente la paciencia y urbanidad, y tomando una fuente de sopa caliente que estaba cerca de él se la rompió en la cabeza del atónito declamador, con la enfática exclamación: “¡Toma caray!”. Se agrega que San Martín no pudo menos que soltar la rosa al oír esta explosión de patriotismo y aseguró al coronel Freire que él habría tratado de la misma manera cualquiera de sus oficiales gauchos que en su presencia hubiese hecho tan servil adulación en desmedro de su patria”.

Jose I. Zenteno

Había nacido José Ignacio Zenteno en Chile en 1786, adhirió a la causa revolucionaria y fue uno de los exiliados en Mendoza después de Rancagua en 1814, donde se dedicó a atender una posada. San Martin le ofreció la secretaría de la intendencia local y a fines de 1816 fue incorporado al Ejército de los Andes con el grado de teniente coronel de infantería. Hombre que sabía de administración O´Higgins lo llevó a su gabinete como ministro de Guerra, dotes que probó en la organización de la expedición Libertadora al Perú, a la vez que desempeñaba la gobernación política y militar de Valparaíso.

Asistió a las batallas de Chacabuco y Maipú, firmó el 12 de febrero de 1818 el acta de la Independencia de Chile, y mereció la Orden del Sol del Perú. Tuvo un incidente con el general Freire cuando éste ejercía la presidencia por el que fue expatriado al Perú, a su regreso un Consejo de Guerra lo absolvió.

La famosa María Graham, recuerda haber concurrido a la casa de los Zenteno, su mujer “dama muy fina y agradable, me recibió con mucha cortesía y me mandó a buscar a su marido. Éste llegó inmediatamente… en un día frío y lluvioso como éste es agradable encontrarse en una habitación donde hay una alfombra inglesa, una estufa inglesa y hasta carbón inglés encendido…Todo su afán es introducir el gusto por la elegancia de la vida civilizada; en cualquier otra circunstancia, habría podido decir yo que en su gran admiración por todo lo inglés había cierto fondo de afectación”. En otro momento apunta que “parece verdaderamente deseoso del bien de Chile, pero su ignorancia respecto a las cosas que más contribuirían a ello es asombrosa.

En octubre de 1822 cuando San Martín se encontraba en Valparaíso, Zenteno lo llevó a la tertulia de la inglesa, que no tuvo una buena impresión del Libertador como lo escribió en su Diario, oportunidad en la que ambos hablaron sobre filosofía y otros temas, “pedantescas disertaciones” que el servicio del té vino a interrumpir”. Se excusó por no ofrecerles mate, pero el general y Zenteno “acostumbraban a tomar te puro, después del cual fumaron sus cigarros”.

Zenteno falleció en Santiago el 16 de julio de 1847, una cuadra en el barrio de Palermo Chico lleva su nombre por ordenanza del 28 de octubre de 1904, aunque como Centeno. Así figuró hasta el año 1970 en que se le dio la actual grafía, ya que la anterior confundía al suponerse un homenaje al sacerdote catamarqueño Pedro Centeno o Dámaso Centeno, fallecido en Cepeda o a su hijo homónimo el jurisconsulto, fundador de un colegio para huérfanos militares.

Una olvidada imagen de San Martín que en este aniversario hemos rescatado.

El autor es Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

Publicado en el diario La Prensa, Buenos Aires

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